La situación de la clase trabajadora en Colombia es sencillamente espantosa: es el país del mundo en donde es más peligroso ser sindicalista –no solamente uno enfrenta la posibilidad de perder su trabajo por prácticas antisindicales, sino que la patronal llega tan lejos como a pagar a sicarios para asesinar sindicalistas. En un país donde por €10 uno puede contratar los servicios de un asesino a sueldo, deshacerse de sindicalistas es algo supremamente fácil para los multimillonarios que manejan la economía del “país de los milagros”. Algo así como el pistolerismo que los sindicalistas libertarios enfrentaron en Barcelona en la década del ’20, pero con armas de repetición automáticas. Las cifras son elocuentes: desde el 1º de Enero de 1986 al 30 de Abril de este año, se había asesinado a 2.832 sindicalistas y se habían producido otros 10.887 hechos de violencia contra los trabajadores organizados[1].
Y a veces la relación de matones paramilitares con las empresas ha sido un poco más que anecdótica: numerosas empresas multinacionales tiene vínculos sólidos y establecidos con las bandas paramilitares para que disciplinen a los trabajadores. Tanto Nestlé, Coca Cola, BP, y otras han sido sindicadas por estas relaciones turbias que han costado la vida de numerosas dirigentes sindicales y trabajadores de base en sus empresas.
Probarlo en los tribunales no es fácil en un país donde el 98% de las violaciones de derechos humanos permanecen en la más completa impunidad. Pero el 14 de Marzo de 2007, un Tribunal norteamericano condenaba a la bananera Chiquita a pagar una ridícula multa de U$25 millones tras comprobar que esta empresa había aportado U$ 1,7 millones a la banda paramilitar de ultraderecha Autodefensas Unidas de Colombia en el período 1997 a 2004 –esto sin considerar que el 2001 les entregó 3.000 fusiles AK-47 y 5 millones de rondas de municiones[2]. En la región bananera del Urabá estas empresas, aliadas de estas bandas fascistas, sembraron un terror que es difícil de imaginar (la película “Retrato en un Mar de Mentiras” apenas da un tímido vistazo en el imperio del terror de las zonas bananeras), pero que describe muy bien el ex comandante de las AUC “HH”:
“Toda la Fuerza Pública tenía relación con nosotros. Yo andaba libremente en una Hilux blanca, que llamaban ‘camino al cielo’, y asesinábamos personas todos los días, en todos los municipios del Urabá. Yo andaba enfusilado, con mis escoltas enfusilados, y no me capturaban (…) ¿Pero por qué no nos capturaban? Porque todos nos apoyaban (…) Nosotros llegamos a recuperar el control en el Urabá, ya que se venían presentando paros que perjudicaron a las empresas, y hacían paros cuando los barcos estaban afuera esperando, y la fruta, perdiéndose. Cuando llegamos al Urabá en febrero del 95, no hubo un solo paro más. Porque yo, personalmente, iba y obligaba a la gente a trabajar. ¿En beneficio de quién? De estas empresas exportadoras. Por eso yo también he dicho que estas empresas deben responder a esas víctimas (…)las empresas que se beneficiaron de esa guerra también deben pagar, y no con una cifra precisa, sino con una reparación como debe ser, tratando de recuperar el tejido social de esa zona.”[3]
Por eso no deja de dar risa cuando el ex presidente Uribe Vélez, bajo cuyo mandato se asesinaron a más de 500 sindicalistas, dice que hay que ver cómo las cifras de sindicalistas asesinados en Colombia son descendentes… ¡lógico! Si ya casi no quedan sindicalistas pues han matado a los más comprometidos y apenas el 4% de la fuerza laboral está organizada.
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A parte de las agresiones físicas y el exterminio de sindicalistas, la Constitución colombiana ha sido diseñada para dificultar la organización de los trabajadores y limitar al máximo sus derechos. La reestructuración del sector público, la flexibilización, todo apunta a aumentar la explotación de los trabajadores y disminuir su participación en el reparto del ingreso. Los patrones son claros sobre sus intenciones: en una encuesta del 2003, el 31% de ellos afirmaba que una tarea central de la reestructuración del Estado era acabar sindicatos.
La estructura económica colombiana, caracterizada por la precariedad también conspira contra los trabajadores: solamente un 35% de ellos tienen un contrato de trabajo y aún ellos sufren de altos niveles de rotación y precariedad –según cifras oficiales, el 57% de los trabajadores no alcanza al sueldo mínimo (el cual tampoco garantiza la canasta básica que cubra las necesidades esenciales de vida digna).
Los corteros de caña: caso emblemático
“Un día normal de trabajo, yo me levantó a las cuatro de la mañana. A esa hora uno esta comiendo y a las cinco ya está en el bus para ir al trabajo. Por ahí a las 6,30 llega al ingenio y para la siete usted ya está cortando. Entonces el patrón le dice a usted que hay 5 hectáreas que tiene que cortar ese día con toda la cuadrilla, con unos 80 trabajadores, y esas son unas 400 toneladas toneladas que le pagan, pero la empresa maneja el peso, entonces en realidad usted corta mucho más y le pagan lo que les convenga. Ya no hay descanso para comer, usted trabaja hasta que termina, si le dan las 4, las cinco, hasta ahí se queda cortando. La salida es cuando termine el área. Si usted no cumple el área le llaman la atención, verbal, por escrito, le suspenden el corte por tres cuatro días que lo dejan sin trabajo. No hay dominicales, no hay vacaciones, no hay nada simplemente trabajar hasta que ellos ordenen”.
Así describe Bolívar Vallecilla la vida de los corteros en el ingenio más pequeño de la zona azucarera de Valle del Cauca, llamado María Luisa. Pero ahora ni siquiera eso puede hacer, ya que junto a otros 8 trabajadores fue despedido sin ningún derecho por pedir los mismos derechos que los corteros en los otros ingenios habían ganado en la épica huelga de fines del 2008, en que 12.000 corteros pararon sus actividades por tres meses exigiendo el término de la contratación indirecta por Cooperativas de Trabajo Asociado (así, como trabajadores “independientes” la patronal hace el quite a todos los derechos laborales), pidiendo mejoras salariales y prestaciones salariales. Todos los otros ingenios lograron la mayoría de sus demandas, salvo el término de la contratación indirecta, tras una ardua lucha que incluyó la militarización de los ingenios azucareros.
“Pero María Luisa se quedó debajo de la tarifa de los demás ingenios, y la empresa no ajustó el salario por el precio de la tonelada, y le solicitamos sentarnos a negociar. Después de 6 días la negativa fue que como el ingenio era pequeño no podían ajustar la tarifa como los demás. Ellos decían que nos darían para vivienda, salud, educación, como en los demás ingenios, pero no dieron nada. Y les dijimos, bueno, arreglemos la tarifa y dejamos por el momento lo de la educación y eso. Pero el 12 de Marzo el patrón Felipe Velasco paró la negociación, le hicimos protesta y él nos terminó el contrato a 183 trabajadores de ese ingenio –y los volvieron a recontratar con un contratista, no con la cooperativa. A los 8 que negociamos nos echaron sin ningún derecho. Pero la gente que quedó está con mucha amenaza trabajando y no puede organizarse”.
Otro cortero, Juan Cambindo, resume la situación de muchos corteros de la siguiente manera: “No es justo que unos trabajadores laborando jornadas de 12, 13 y 14 horas diarias, de domingo a domingo, sin derecho a descanso ni festivos, sin derecho a vacaciones, sin ninguno de los derechos reconocidos por ley a los trabajadores que son empleados directamente por su empresa, tengan unos ingresos tan bajos que no compensan el esfuerzo ni alcanzan para suplir las necesidades básicas para vivir dignamente como seres humanos.” (€200 mensuales sin prestaciones)
Fabio Olaya, del sindicato de la alimentación SINALTRAINAL dice: “La situación de los corteros es muy difícil, hoy están ofreciendo los ingenios a los trabajadores 15 millones (€6,400) para que se retiren del corte. El objetivo es sacar el personal que corta manualmente para mecanizar la caña. El problema nuestro no es si mecanizan o no, sino que con esa plata no alcanza ni para pagar las deudas y en Colombia el desempleo está por arriba los dos dígitos. Nosotros en principio no nos oponemos a la mecanización porque es un hecho, nos oponemos al desempleo de los trabajadores, porque no hay más que caña.”
Tanto para los corteros como para el resto de los trabajadores en Colombia no queda más alternativa que la lucha pese a los riesgos. Dice Fabio sobre la huelga de los corteros: “Definitivamente se ganó mucho. Los patrones al final tuvieron que sentarse a negociar y aceptar un pliego. Se le demostró que la fuerza central de la agroindustria son los corteros y esa fue una gran lección”.
Y remata Cambindo: “Creemos que primero debemos trabajar unidos todos los trabajadores, no sólo los corteros de caña, sino todos los que estamos sometidos a este nefasto sistema, formarnos también. No dejar que otros decidan por nosotros o luchen a nombre de nosotros, sino que nosotros mismos estamos llamados a luchar por el mundo que queremos para nosotros y para las generaciones que vienen detrás. Por eso, lo principal es la unidad de la clase trabajadora y el pueblo colombiano para luchar por la Colombia que queremos”.
José Antonio Gutiérrez D.
19 de Agosto, 2010
[1] “Colombia sigue encabezando lista de sindicalistas asesinados en el mundo”. Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo. http://www.colectivodeabogados.org/Colombia-sigue-encab...lista
[2] Nos referimos a este caso en un artículo previo “El Terror en una Cáscara de Plátano”. http://www.anarkismo.net/article/6457
[3] “HH se confiesa”, El Espectador, 2 de Agosto 2008.
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