Últimamente le estoy dando cada vez mas vueltas a un tema: a la grieta existente entre palabras como “vasco” y “anarquista”. No porque no existan ni hayan existidos anarquistas vascos. Ahí tenemos al mismo Likiniano. Los anarquistas guiados por él fueron los primeros que hicieron frente a las tropas de Franco sublevadas en Gipuzkoa. La cuestión es que desde entonces el anarquismo y el “ser vasco” no han sabido fusionarse como es debido, y hoy en día las ideas anarquistas son grandes desconocidas en Euskal Herria, arrinconadas por muchos prejuicios y falsas ideas. Mientras que la democracia cristiana, las ideas socialdemócratas y marxistas han sabido unirse a la identidad vasca (o en algunos casos desfigurarla en beneficio propio), parece que el anarquismo y la identidad vasca no han llegado nunca a hacer ese camino. Por lo menos no como movimiento. Y con esto no quiero decir que el anarquismo tenga que portar una ikurriña. No creo que ayudar a crear un nuevo estado sea trabajo del anarquismo, ni pensarlo, y no le echo la “culpa” de esa grieta al anarquismo. Pero se me hace curioso ver, en el tiempo que he estado en Argentina y Chile, que los anarquistas uruguayos, argentinos y chilenos que se mueven alrededor de grupos como la FORA, el Frente Popular Darío Santillán y otros (o por lo menos los que yo he conocido) expresan más solidaridad -en algunos casos lo hacen suyo- en el conflicto que tienen los vascos (o muchos vascos) con España -entendiéndola dentro de la lucha contra el capitalismo e imperialismo- que los principales grupos anarquistas constituidos en Euskal Herria (o yo mismo). Es más, en los conflictos autóctonos, en todas las luchas donde los indígenas se levantan contra el gobierno colonial no faltan anarquistas, y muchos movimientos anarquistas las reivindicaciones indígenas son de las primeras que defienden.
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