17 jun 2008

La quimera de l'inquilí. Algunes preguntes i respostes per a descentrar el problema de l'habitatge

¿No has empezado a plantearte que, al fin y al cabo, más tarde o más temprano, no sólo habrá que detener el crecimiento urbano, sino acometer la tarea ineludible de desmontar lo construido, propiciando un regreso al campo, a las ciudades pequeñas

y a los antiguos límites de las que ya eran suficientemente grandes hace un siglo, entendiendo esto como un factor más dentro de un proceso más general y deseable, esto es, la abolición del capitalismo y de la sociedad industrial que explican, justifican y fomentan la enfermedad que corroe al mundo?

"A mí con que tenga luz y 50 metros cuadrados, me basta" Laura, Mileuristas en el zoo, El País 14-9-2007

"Sabes razonar, pero no desear" René Menil, Carta al pequeño burgués martiniqués

¿Ya te has dado cuenta de que proyectos delirantes como la urbanización de Seseña, donde en medio de la nada se levantan 13.000 viviendas sin agua, servicios, equipamientos ni nada que lo recuerde, son otros tantos depósitos de pólvora existencial y bombas humanas de relojería que tarde o temprano protagonizarán un estallido social?¿Que no se puede vivir en el vacío de un hábitat prefabricado en mitad de la nada, lejos de las calles donde se desplegó tu infancia, donde soñaste y amaste, donde había un barrio, y personas que le daban sentido? ¿Que eso no es vida, sino supervivencia, exilio, mero descanso mínimo para que repongas tus fuerzas y puedas volver, recorriendo todos los kilómetros que hagan falta, al trabajo donde también malgastas tu existencia?

¿No? Entonces te mereces vivir en uno de esos cementerios de elefantes, donde el aislamiento, el aburrimiento y la falta total de estímulos y perspectivas que no sean las que proporciona la videoconsola harán de ti un infeliz protagonista del estallido inevitable de las futuras banlieus españolas, o una de sus víctimas. Es muy posible que antes enloquezcas, que te suicides incluso, pero antes intentarás compensar tus frustraciones mediante el consumo desaforado y las ciberparafilias de la virtualidad. Quizás lo estás haciendo ya.

¿Ya has comprendido que el precio de la vivienda es absurdo, insultante, imposible, que es una mentira que sólo oculta una variedad transgénica de la ley de hierro de los salarios por la que se nos roba la mayor parte de nuestros miserables sueldos para engordar aún más la bulimia del capital? ¿Que es además una condena, unos grilletes, una camisa de fuerza para mantenernos atados y sumisos a un lugar físico y a una forma de vida determinada, nos guste o no? ¿Que por otro lado esas urbanizaciones son horrorosas, emparedan nuestra sensibilidad y sepultan en cemento nuestra imaginación, pues son productos en serie en los que la inspiración y el deseo de cada cual no tienen ningún papel, ni pueden tenerlo? ¿Y que, sobre todo, no es el derecho a ser propietarios de una casa lo que nos interesa, sino la libertad de cambiar de domicilio cuando y donde queramos, viviendo hoy en un palacio, mañana en una cabaña de pastores, y pasado mañana donde nos lleve el capricho?

¿No? Entonces es que has nacido para pagar religiosamente todo lo que te pidan, con las condiciones que sean, y encima satisfecho pues sin duda has elegido libremente donde querías vivir, o eso te crees. Es muy posible que exhibas la misma credulidad y bonhomía ante las oportunidades del mercado de trabajo, la imperiosa necesidad de la energía nuclear, o el esperanzador progreso científico. Y encima desconoces por completo la alegría de aquellos que no se conforman con un habitáculo más o menos grande y confortable donde reventar a cámara lenta, sino que se entregan en cuerpo y alma a transformar todo lo que los rodea, forrando las paredes de una casa de campo con conchas de moluscos, o adornando la gélida fachada de un edificio funcionalista de los años 70 con unas gárgolas medievales: por eso aceptas que redecoren tu vida, casi tanto como que te la dirijan. Contigo no se puede contar, al menos por ahora.

¿Ya has vislumbrado que la solución al problema de la vivienda no consiste en construir más pisos de protección oficial ni de promotoras privadas, sino más bien cortar por lo sano y congelar la fiebre del ladrillo que se alimenta de sí misma y necesita construir para elevar los precios y viceversa? ¿Que no hacen falta más planes del gobierno ni de las comunidades autónomas, números de magia y espejismos idiotas que por otro lado nunca han arreglado nada? ¿Acaso ignoras que hay viviendas para todos, que existen miles de casas vacías, y todavía más edificios cuyo actual uso dañino e innoble (iglesias, conventos, comisarías de policía, oficinas de ETT y agencias inmobiliarias, museos y fundaciones, centros comerciales, gimnasios y polideportivos, por no nombrar sino unos poquísimos ejemplos) aconseja reconvertirlos, con mucho mayor provecho para todos, en viviendas gratuitas?

No... entonces te mereces seguir alimentando la burbuja inmobiliaria ante la que te quedarás con la boca abierta y rascándote la cabeza sin comprender nada, pidiendo a los políticos justo lo que los especuladores quieren que pidas: que construyan más casas, donde sea y como sea, pues el negocio debe continuar. Pero no son las casas ni los edificios los que faltan en la ciudad de la economía, sino los hombres y mujeres que esta sustituye por mercancías y souvenirs turísticos.

¿Ya has caído en la cuenta de que, de todas formas, el modelo actual de “ciudad” es irracional, peligroso e inhumano? ¿Que al concentrar todos los recursos en una región determinada expolia al resto forzando su despoblación, además de suponer un despilfarro de recursos y energía que se concreta en esa maldición moderna que son los desplazamientos diarios en automóvil entre la casa, el trabajo y el megacentro de consumo y ocio dirigido? ¿Que, por lo tanto, las áreas metropolitanas y las conurbaciones que han suplantado a la vieja ciudad son un cáncer que devora el territorio, además de adulterar y destruir la vida rural? ¿Acaso no se te encoge el corazón al contemplar esa sucesión monótona e ininterrumpida de polígonos industriales, colonias de adosados, urbanizaciones baratas, torres-colmena, campos de golf, descampados moribundos, centros comerciales y parque temáticos, conectados todos ellos por la tela de araña venenosa de las carreteras, autopistas, autovías, circunvalaciones, túneles, puentes y rotondas? ¿No has empezado a plantearte que, al fin y al cabo, más tarde o más temprano, no sólo habrá que detener el crecimiento urbano, sino acometer la tarea ineludible de desmontar lo construido, propiciando un regreso al campo, a las ciudades pequeñas y a los antiguos límites de las que ya eran suficientemente grandes hace un siglo, entendiendo esto como un factor más dentro de un proceso más general y deseable, esto es, la abolición del capitalismo y de la sociedad industrial que explican, justifican y fomentan la enfermedad que corroe al mundo?

¿¡¡No?!! Entonces eres cómplice, por mucho que lo niegues, del despropósito ecológico que dices que te preocupa, y perteneces a la mayoría silenciosa que apoya de una manera u otra la mala medicina que la economía está aplicando al planeta enfermo, y al ser humano que lo habita. Quizás pienses que la propuesta que hacemos es irreal, pero más aún lo son las reformas parciales que demandas a las autoridades y que tanto te ilusionan, del carril bici a los espacios protegidos, los biocombustibles, el fomento del transporte público, o los edificios inteligentes que ahorran energía…quimeras para desactivar tus reclamaciones de ciudadano responsable, y tranquilizar tu mala conciencia.

¿Te has entusiasmado al enterarte de algunas acciones okupas, como por ejemplo la acción contra la cámara de la propiedad de Barcelona que se realizó el 17 de mayo de este año “para conmemorar el 100 aniversario de esta institución”, para lo que “han llenado el hall de la entrada del edificio de mierda, han derramado aceite por las paredes, han tirado por el suelo revistas con información inmobiliaria, y han dejado un pastel con forma de caca con velas que celebraban los 100 años”? ¿Te has conmovido al enterarte de la lucha ejemplar de los vecinos de la Cañada Real en octubre pasado, que no contentos con plantar cara a la policía cuando pretendía desalojarles de sus viviendas, han financiado y trabajado voluntaria y solidariamente en la reconstrucción de la única casa que fue destruida por las grúas, levantándola de nuevo en unos pocos días? Puede que tus problemas concretos y tus opciones de vida sean otros, ¿pero no has sentido al menos que estas luchas no están tan lejanas de la tuya, que en realidad tenéis los mismos enemigos aunque superficialmente haya otras cosas (gustos, hábitos, lenguajes) que quizás os alejan?

¿No? Entonces es que todavía crees en las promesas democráticas, en el diálogo y en el talante, y sin duda piensas que las hadas existen y también los reyes magos. Y si existe el Bien absoluto del diálogo responsable y la reivindicación ciudadana, entonces es que existe el Mal del okupa impaciente que al romper la puerta destroza el consenso que tanto respetas. Lo que no sabes es que para vencerte te han dividido, pues separas la razón de tu deseo y de tu ira, y en los posibles compañeros de lucha sólo identificas bárbaros que te han enseñado a sentir ajenos. Sin duda tus métodos son otros, y por eso mismo tu lucha es estéril, inane, insignificante, pues un movimiento social que se precie debe inspirar miedo, y no lástima. Y por desgracia, lástima es lo que damos. Pues tu desfallecimiento puede ser el de otros, y a todos afecta. Y entre todos hay que buscarle remedio: para empezar, antes de cualquier otro paso o estrategia, ver claro entre las tinieblas tóxicas del así llamado mejor de los mundos posibles, extirpando de la conciencia todos los pensamientos prefabricados, todos los prejuicios, frases hechas, coartadas, ilusiones y pretextos que separan y aíslan el mal llamado “problema de la vivienda” de la descomposición general y sus verdaderas causas. Y después, actuar en consecuencia.

Grupo Surrealista de Madrid

(La HAine)

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