23 ene 2009

Cuando los radicales antisistema son todo lo que quisisteis ser

Blog de la Guerra de las Salamandras

Esta es la clase de personas que hacen el anarquismo. Periodista modelo, honra de su profesión; aquella que hubiera podido protagonizar quince mil películas en Hollywood alabando la integridad y la nobleza de los periodistas, la mayoría de los cuales la tacharían de radical antisistema cuando participó en el foro social europeo en Malmö, 2008. Por ejemplo. La clase de personas que se enfrentaría de verdad al Ku-Klux-Klan, como Gene Hackman en Arde Mississippi, que fue asesinada junto con un compañero abogado -otro defensor de los derechos humanos aun a costa de su propia vida, que entre otros casos defendió el caso de una niña chechena torturada, violada y asesinada por un coronel ruso hace nueve años y que salió de la cárcel la semana pasada. Dos horas antes de su muerte, Skat le había hecho una entrevista sobre su intención de retomar el caso contra el coronel. Stanislav Markelov fue asesinado de un tiro en la cabeza y al parecer, cuando fue a detener al agresor, la mataron a ella también. El día anterior había ingresado en Acción Autónoma, un colectivo anarquista con el que ya había colaborado antes. Una mujer que perseguía con sus investigaciones a los grupos fascistas rusos y denunciaba las prácticas de un gobierno mafioso; que daba la cara por los desplazados del Cáucaso y fue detenida protestando contra las prisiones, como una “quemacajeros” más; que hizo campaña contra la brutalidad policial y la represión, miembro del movimiento ecologista “radical” (y a mucha honra) Rainbow Keepers; que apoyó a saboteadores antinucleares franceses, que sabía artes marciales y llevaba consigo un cuchillo.

Sí, sí. Llevaba un cuchillo cuando la mataron: si no hubiera sido periodista, qué fácil hubiera sido resumir su vida diciendo que era una “violenta” más. Pero hoy, periodistas y libertarios sienten la pérdida de una misma persona. Cuánta basura suelen escribir los periodistas sobre gente como ella que en realidad es todo lo que ellos admiraron en el cine pero nunca se atrevieron a ser. Mientras otros tragan carros y carretas, agachan la cabeza, escriben lo que les dicen y se excusan con la hipoteca, ella se ganaba la vida como periodista autónoma y escribía lo que quería, y también colaboraba con grupos de contrainformación, de esos que a menudo aparecen en la prensa como oscuros centros de conspiraciones radicales, violentas y sin sentido. Si algún día hacen una película sobre su muerte, probablemente cubran con un mojigato velo todo lo que hacía de ella una mujer libre y la conviertan en una caricatura de Tom Cruise o algo así: una joven idealista y desenvuelta, pero sin estridencias ideológicas. Por lo pronto, la prensa “seria” ya ha evitado toda referencia a su militancia anarquista.

Aun sin saber si el asesino era un militar, mafioso, neonazi, nacionalista o agente de Putin sí que hay una cosa que vuelve a ser cierta: ha sido el choque entre extremos opuestos. Que lo vuelvan a decir, como si ella no fuese periodista profesional, como si hubiera sido un chaval de 16 años que acudía a una manifestación contra un partido político fascista. A ver si ahora se dan cuenta de qué extremos son esos que se enfrentan. A ver si esta vez se les cae definitivamente la cara de vergüenza. La próxima vez que hablen con una leve sonrisa de superioridad de utópicos e idealistas se estarán portando como el miserable que se encoge de hombros cuando apalean al vecino negro mientras el espectador, reconfortado, piensa que él se opondría valientemente a la injusticia; más les valdría acordarse de qué clase de personas son las que luchan por que merezca la pena vivir en este mundo.
Y también muchos superanarquistas deberían recordar que hay mucha gente honesta de verdad que merece todo el respeto del mundo, aunque no comparta todas nuestras ideas.

Anastasia Baburova, que la tierra os sea leve a ti y a Stas. Ojalá hubiera mucha más gente como vosotros.


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