27 ene 2009

A bocajarro. La última oportunidad del Mateo (II)

Donde se concluye el increíble relato del regreso al mundo de los vivos del anarquista Mateo Morral y de cómo saldó la cuenta pendiente con la dinastía de los borbones.

Esta vez no emplearía ningún artefacto, ningún explosivo me permitiría acercarme lo suficiente para mirarle a los ojos a aquel monarca y reconocer, en el brillo afilado de los se saben perdidos, los rasgos de bisabuelo que parecía inmune al estallido de las bombas más mortíferas.
Me dirigí al joven que parecía más despierto y al que correspondía el mote de el Tan como sobrenombre de guerra. -Muchacho, eso del discurso de Nochebuena es un acto oficial en el que participa el rey.
-Por supuesto, todos los años antes de la cena de Nochebuena el Juancar suelta un discurso para toda la nación, un discurso que además televisan.

Mensaje rEY

Los términos que empleaba ese joven, algo tartamudo y al que ala vez devoraba ferozmente una pasión infinita y los granos de una tardía adolescencia, sonaban extraños en mis oídos de hombre decimonónico.
-¿Cómo que televisan? Discúlpame compañero pero no entiendo tus palabras.
-Si hombre señor Mateo, pues que a través de la televisión lo pueden ver todo el mundo en sus casas, así que si usted lo consigue, vamos que si usted le da matarile al amigo lo podrán ver todos los españolitos de a pie.
Me sobrevino una terrible sensación de desasosiego, cómo había sido capaz el ser humano de crear un artilugio capaz de retransmitir de esa manera la imagen. Si lo vieran los Lumière se llenarían de asombro. Qué otros artilugios habría sido capaz de crear el ser humano, y conociendo la naturaleza del poder, cómo de despiadadas serían las guerras en este siglo XXI del que ya me estaban entrando ganas de abandonar.
Los muchachos me miraron preocupados, en cierta medida no sabían cómo podría llevar a buen puerto mi objetivo, estaba visto que ellos no podía aportar ningún material que me sirviera. –No os preocupéis, un amigo del otro mundo me ha prestado algo que me ayudará para el trabajo.
Antes de que cruzase el umbral Juan García Oliver se me había acercado para despedirse. Me extraño la amabilidad con la que se conducía el antiguo ministro.
-Mira Mateo, se que marchas para Burgos, ten mucho cuidado con esa ciudad hostil, cuando me encontraba con vida estuve preso en su antiguo penal. Nunca he conocido en la tierra un lugar más horrible, nunca he visto tanto odio como en el que en aquellos muros se concentraba. Sabes que si fui a parar a aquel presidio fue precisamente por intentar llevar a cabo un atentado contra Alfonso XIII en París, pero ni siquiera lo pudimos intentar porque nos estaban ya esperando. Un chivato a sueldo de la policía francesa nos delató. En esa ocasión a Durruti se la volvieron a dar con queso. Mientras me hablaba desenfundó su pistola star y la puso sobre la palma de mi mano -es de mi época en la que no era ministro, sino uno de los mejores terroristas de la clase trabajadora, cuídala, seguro que ahora a ti te es más útil -.

Star

Nada de volar la Zarzuela, nada de grupos de apoyo y enlaces que fallan. Me iba a jugar el todo por el todo a corta distancia, ya decía Estébanez, ese viejo Espadón, que la dinamita era de cobardes. Esta vez lo haría cara a cara, irrumpiría en el discurso de Nochebuena y abriría fuego a bocajarro. No tenía nada que perder, ni si quiera la vida, esa ya la había perdido en su día. Con todo y con esas los muchachos estaban decididos a acompañarme, uno de ellos, al que apodaban el Mangarrán, añadió que lo haría hasta la misma boca del infierno por si fuese necesario rematar la faena.
Esa misma tarde cogimos un autobús, extraño vehículo para mis ojos antiguos, en el que en apenas dos horas ganamos Madrid y descendimos en la Avenida América. Los muchachos me habían explicado en que consistía lo que ellos denominaban metro, pero sentí autentico terror cuando me adentré en esas galerías subterráneas que habían ideado los seres humanos del siglo XXI, me embargó una cierta sensación de lastima por unos humanos que descendían cotidianamente al infierno para enfrascarse en su menesteres diarios.
Algo debieron percibir los muchachos a los que este súbito temor les debió parece impropio del terrible anarquista con el que tanto habían soñado y con el que ahora se disponían a dar muerte al último de los borbones.

-Mire señor Mateo, es mucho más seguro moverse en metro, además hoy ya es 24 de diciembre y seguro que está abarrotado, así pasaremos inadvertidos, pero tiene usted que vestirse de una manera un poco más de acorde con la moda actual porque sino nada más pongamos el pie en la Gran Vía nos paran los secretas fijo.

Metro

Como había cambiado la capital del reino, apenas podía reconocer sus avenidas y calles, los edificios de cristal que se elevaban groseramente hacia el cielo en una competición despiadada. Me era imposible reconocer la babel de gentes que se arremolinaban sobre su superficie. ¿Por qué abundarían los habitantes de las antiguas colonias? ¿Por qué todo este ruido que enloquecería a cualquiera que estuviese en sus cabales?.
Pensé que en aquella urbe para mí ahora desconocida me hubiese sido imposible vivir. Traté de que estos pensamientos no ensombrecieran mi animo y me concentré en parecer lo más normal posible.
Llegamos por fin a los reales aposentos donde estaba a punto de celebrarse el discurso anual de Nochebuena.
-Esto es un autentico bunker. ¿Cómo nos las vamos a arreglar para meternos ahí dentro?
-No os preocupéis no hay sistema de seguridad lo suficientemente inexpugnable que pueda detener a un espíritu regresado del otro lado. En apenas unas horas se abrirá de nuevo la puerta que me conducirá para siempre a las regiones innombrables. No hay tiempo que perder. Podéis si queréis cubrir la puerta, pero os conviene desaparecer nada más que oigáis los primeros disparos
-Pero señor Mateo…
-No podéis acompañarme muchachos, esta cuenta he de saldarla solo, sin más compañía que mis remordimientos y el hierro helado de la star.
-Ha sido un placer conocerle, estamos verdaderamente agradecidos de que nos haya permitido colaborar con usted. Salude de nuestra parte a Cipriano Mera y al Quico Sabate, dígales que tarde o temprano nos veremos allá donde estén y que haremos todo lo posible por traer la anarquía a este valle de lágrimas.

Había llegado la hora de actuar. No me fue difícil sortear la vigilancia aprovechando las habilidades que todo espíritu del otro lado sabe usar llegado el momento. Recorrí una por una todas las reales estancias de aquel palacio, recorrí pasillo tras pasillo, corredor tras corredor en busca de aquel que estaba destinado a ser el último de los borbones.
Baje hasta el sótano en su búsqueda, me encumbré en el tejado del ilustre edificio , vague como un alma en pena aterrorizando a la servidumbre sin que nada hallase. La puerta se cerraría en a penas unas horas y el cargador de la star seguía lleno de posibilidades.

-Que guapo estaba ayer su majestad cuando grabaron el discurso de Nochebuena, parece que por el no pasan los años. Que Dios nos lo guarde muchos años y, en caso de golpe de Estado chapucero, se nos eche atrás en el último momento como en aquel 23 de febrero.
Horror.
El servicio acababa de sacarme de dudas sobre la ausencia del monarca. El discurso que retransmitían para todo el reino había sido grabado el día precedente sin que nada de ello me hubiesen informado los jóvenes muchachos burgaleses. Nuevamente volvía a fallar mi grupo de apoyo, nuevamente mi buscado regicidio fallaba en el último momento.
La puerta que me conduciría al otro lado acaba de abrirse sobre mi cabeza. Todo estaba perdido. Mientas mi cuerpo ascendía hasta la puerta pensé en que podría descerrajarle un tiro a cualquiera de las infantas, consortes y princesitas que por allí pululaban, pero no merecía la pena, había fracasado. Casi me parecía estar ya escuchando las risotas con las que me recibiría Michelle Angiolillo:

“Ma come mai no sei riuscito a ucidere il Re,
spara a bruciapelo Mateo
spara a bruciapelo”

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- Pues si que tarda el señor Mateo
- Ya os dije yo que habría sido mejor asaltar la Subdelegación del Gobierno.
- Venga chavales, vámonos pa Burgos.

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