Reflexión sobre los hechos ocurridos en Tirso de Molina el 29 de febrero y en la Puerta del Sol el 1 de junio. La carta está dividida en dos: en primer lugar una crónica sobre los dos actos. En segundo lugar, una pequeña reflexión sobre lo ocurrido esos días y varias ideas que nos hagan mirar al futuro.
Tirso de Molina, 29 de Febrero
En plena campaña electoral, los nazis de Combat España y Nación y Revolución convocan un mitin en pleno feudo antifascista, la plaza de Tirso de Molina. La respuesta de los colectivos de Madrid no se hace esperar: se llama una contra para el mismo día, una hora antes. Ese día la UIP echa a los compañeros allí convocados (inmigrantes incluidos) en la plaza y los antifascistas empiezan a arremolinarse en tres calles adyacentes. Son unos 350 (más o menos) y tras desplegar las pancartas, durante una hora se recolectan cubos de basura y adoquines para los posibles disturbios.
A las 20:30 llegan los nazis y entonces ocurre lo inesperado: la juventud de Madrid, usando los basureros, tablas y lo que se encuentran a su paso, avanza hacia el cordón policial para romperlo.
Comienza el lanzamiento de botellas, petardos, voladores y piedras, a lo que los antidisturbios responden con pelotas de goma. Los jóvenes siguen avanzando mientras la policía se ve obligada a parapetarse y responder también con botes de humo, hecho que no pasaba en Madrid de hace mucho tiempo.
Durante unos minutos se resiste. La gente se apoya entre sí y se llega a unos pocos metros de romper el cordón policial. La poca visibilidad que provoca el humo y la retirada de muchos compañeros a la retaguardia hace retroceder a los antifascistas, aunque en una actitud combativa y sin parar de arrojar objetos contra los nazis y los maderos (tanto monta monta tanto)
Comienza entonces una espontánea manifestación que baja hasta la calle Embajadores. Las oficinas bancarias del barrio de Lavapiés, las cabinas de Telefónica y diversos símbolos capitalistas son literalmente arrasadas. Al mismo tiempo, se vuelcan contenedores de plástico para después quemarlos y usarlos como barricadas. Las vallas de obras, piedras, coches y demás objetos contundentes son utilizados por los antifascistas para ponerlos en mitad de la calle y frenar el avance de los furgones policiales.
Durante dos horas la ciudad es tomada por el antifascismo madrileño, sin que la policía pueda hacer gran cosa por detenerlos (bueno, dejar tuerto a un chaval de un pelotazo de goma, qué valientes). A todo esto, los nazis se ven obligados a acabar su mitin en la boca de metro por miedo y se ven obligados a ir con un impresionante despliegue policial para evitar que los agredan por el camino.
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(Klinamen)
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