Casi medio siglo ha pasado de la ejecución de los jóvenes libertarios Granado y Delgado. Detenidos en Madrid en el verano de 1963 fueron condenados a muerte por una serie de atentados que no habían cometido. La maquinaria inquisitorial del garrote vil destrozó no solamente sus vértebras sino sus ansias de libertad.
El cantautor Chicho Sánchez Ferlosio relata en una de sus canciones la cruel agonía de los que se ven condenados a un asesinato legal.
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