Dentro de tres meses se va a celebrar una nueva edición del Toro Alanceado de Tordesillas. Permítanme emular a ese letrado rogándoles que recreen en su mente la escena con el animal perseguido, acosado por hombres a pie y a caballo, por “torneantes” que cada vez que le dan alcance le clavan con todas sus fuerzas las lanzas que portan. Piensen en su final, cuando aterrorizado y desangrándose por docenas de orificios en su cuerpo provocados por el acero ensartado recibe la lanzada definitiva, la que venga a causarle la muerte tras una agonía espantosa y que proclamará a su autor como héroe y campeón del Toro de la Vega 2011.
¿Son capaces de concebir la situación descrita? Pues bien, ahora… - no se preocupen, no voy a pedirles que se imagen a un adolescente en el lugar de ese toro - es mucho más sencillo: ahora sustituyan a esa desdichada criatura por su perro o por su gato. Voy más allá: reemplácenlo por un perro o por un gato cualquiera. ¿Pueden verlo, pueden ver a ese animal aterrorizado, con sus patas dobladas, salpicado de hemorragias y rodeado de la horda que lo está matando?
Si después de realizar este ejercicio de imaginación y de representarse la tradición de Tordesillas con animales que, nadie que no sea un psicópata, identifica con seres destinados a la tortura, si después de recrear esa escena en su mente no son capaces de emitir un veredicto de culpabilidad hacia unos políticos que permiten, subvencionan y participan del alanceamiento de un toro, es que su ética está muy por debajo de la de un jurado que absolvió a un negro en la Norteamérica del racismo, y lo hizo porque al fin comprendió que el dolor de la víctima es el mismo con independencia del color de su piel, es el mismo sea cual sea su especie.
Julio Ortega Fraile
www.findelmaltratoanimal.blogspot.com
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