Hace ya más de 5 años, sentí ráfagas de odio, los efectos nauseabundos de los lacrimógenos, patadas, puños e insultos y presencié de manera brutal el asesinato de un marchante el día 1 de mayo de 2005, el joven asesinado: Nicolás David Neira.
Recuerdo ese día y aún hoy los ojos se me tornan cristalinos y aguados, recuerdo muy bien cómo el ESMAD (Escuadrón Mobil AntiDisturbios) no se despegaba del nutrido grupo de anarquistas durante la manifestación, nos celaba como un grupo de hienas hambrientas celan a su presa, recuerdo, sus insultos y provocaciones, recuerdo esa batalla desigual.
Cobardemente golpearon con sevicia el joven cuerpo de Nicolás, lo golpearon en el piso boca abajo, como si no mereciera morir en pie, observando el rostro de los verdugos; de manera instintiva, casi mecánica lo golpearon una y otra vez, cada golpe lo acercaba más a la muerte. Parece que fuese ayer cuando quienes nos negamos a buscar la triste sombra del silencio fuimos perseguidos, asediados, atacados, sentenciados, en últimas fuimos humillados y ofendidos.
Hace pocos días se dicto una sentencia sobre el caso de Nicolás, creo que para algunas organizaciones sociales, familiares y otras personas cercanas significa una ganancia, esto no lo puedo negar y desde estas pocas líneas les saludo y mando todo mi afecto. Aunque sinceramente sigo sintiendo el mismo vacío, la misma impunidad, maquillada tal vez, pero impunidad al fin y al cabo; al igual que la ocasión de la destitución e inhabilidad para la función pública por 10 años del teniente Julio César Torrijos Devia, quien ese primero de mayo era el encargado del grupo ESMAD y que ahora es más celebre que de costumbre debido a su captura con la posesión de 103 kilogramos de cocaína. Sigo sintiendo ese vértigo que corroe mi estomago y cuerpo cada vez que hay alguna noticia sobre el caso de Nicolás, por que sé que no es un problema de sentencias, es un problema estructural. Con esto no estoy demeritando los esfuerzos de muchos conocidos tendientes a lograr que el Estado se responsabilice de su brutalidad, sino que estoy proponiendo que veamos más allá de nuestras narices.
Lo que si puedo negar y no acepto es que Nico valga 160 o 150000 millones de pesos; que nuestros muertos tengan un precio como si se tratase de una venta de esclavos. Más allá del puerco dinero, más allá de las miradas de topos siguen presentes nuestros anhelos de cambio social (digo nuestros por que son los míos, los de otros, los de Nicolás y los asesinados por el Estado), de una sociedad más justa, más humana, más digna.
Sabemos de palabras y actos de amor, pero también sabemos que quienes sepultan la vida, quienes se lucran de la explotación, ellos y sus esbirros no las merecen y hacia ellos apuntaremos toda nuestra rabia.
A Nicolás no lo van a sepultar de nuestra memoria con un par de condenas, Nicolás sigue vivo entre nosotros, su recuerdo, su soplo de vida, nos convierte en un vendaval de aires rebeldes que se lanzan contra quienes matan la libertad, contra quienes roban la vida.
Este primero de mayo se cumplen 6 años de la muerte de Nico, invito a cuanta persona quiera, de la forma que crea más adecuada, en el lugar del mundo donde se encuentre, a hacer la acción que crea más próxima en recuerdo de Nicolás David Neira, asesinado a sus 15 años por el Estado colombiano.
La lucha sigue en pie, mientras que haya quien trate de pisotearnos seguiremos en pie y por nuestros muertos no daremos ni un paso atrás, no claudicaremos.
ELLOS SON LOS TERRORISTAS.
HONOR & GLORIA PARA NICOLAS NEIRA
VIVA LA ANARQUÍA!
Marco A.Sosa, testigo del cobarde asesinato de Nicolás Neira
Lunes 4 de abril de 2011
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