Tras la acción acaecida el 18 de marzo, en la que varios compañeros y compañeras fueron directamente agredidos, la respuesta del decanato fue que “no toleraría agresiones desde ningún lado”, pese a haber protagonizado la agresión claramente uno, y pese a ser una de las víctimas una vicedecana, que desde entonces ha procurado minimizar verbalmente lo ocurrido en varias ocasiones, y tras lo que se dispusieron agentes de seguridad que custodiaron la capilla en los primeros días de la siguiente semana. Una actitud de clara criminalización hacia los y las propias agredidas, pareciendo pues ellos el peligro del que hay que defender a los pobres y desamparados católicos, cuyo brazo ejecutor había protagonizado las agresiones, y a los que recientemente se les ha concedido status legal interno como asociación y un respectivo local, sin que estas palabras acusen de filo-fascismo a todos los sujetos de credo católico del Estado. Al producirse la siguiente agresión del día 14, afortunadamente sin heridos, el equipo decanal la ignoró abiertamente, menospreciándola y acusando a un grupo de mujeres que se encontraron en peligrosa cercanía de los neonazis de no haberles hecho fotos ni increpado, ante la atónica mirada de éstas. No contento con ello, el decano abandonó al poco la facultad, produciéndose una segunda incursión neonazi tres horas más tarde que se saldó con fotografías a pancartas y locales de las asociaciones politizadas y un rodeo por la capilla de la facultad para asegurarse de su seguridad, así como la quema de una pancarta republicana en la puerta, volviendo a salir indemnes y sólo siendo perseguidos hasta la Facultad de Derecho por un grupo, sin llegar al contacto físico. La seguridad del Campus, al contrario que en la defensa de la capilla, no hizo ningún acto de presencia, al igual que la policía, que, pese a ser llamada, sólo bordeó la facultad en un coche patrulla y mandó un helicóptero para hacer acto de presencia.
En cuanto al alumnado, a los minutos de la incursión se encontraba tranquilamente consumiendo bebidas alcohólicas y riéndose, incluso frivolizando la incursión neonazi con algunos comentarios y gestos. Se colgaron varias pancartas, reponiendo las arrancadas, y se prosiguió con la vida normal de la facultad, sin ningún tipo de respuesta en ningún grado más allá de la indignación personal, propiciando pues la segunda incursión. Incluso se oyeron apelaciones a las “autoridades”, tanto académicas como estatales, pese a su nula aparición. Y la respuesta de su sector más consciente volvió a ser la misma de siempre: pancartas, comunicados y rédito político, siempre con un y en absoluto activo, ignorando pues las pretensiones de algunos alumnos de dar una respuesta proporcional e inmediata.
Frente a un decanato al que parecen importarle más sumas trivialidades como la presencia de animales no humanos en la facultad o reducir y eliminar las clases de licenciatura, y a un alumnado egoístamente más preocupado por su diversión, cuando no por el protagonismo político y un pacifismo mal enfocado, los y las alumnas de Geografía e Historia debemos juntarnos, organizarnos, armarnos (tanto mental como físicamente) y prepararnos para dar respuestas reales concisas contra esta gentuza de ideales trasnochados permitida, cuando no asistida y financiada, por las instituciones del Estado, pues no podemos vivir con miedo en el lugar donde estudiamos y vertemos buena parte de nuestra sociabilidad semanal, y porque la próxima víctima de esta violencia neonazi y paramilitar puede ser cualquiera, por el mero hecho de ser no blanco, feminista, homosexual, progresista, comunista, anarquista o simplemente heterodoxo/a.
Frente a las agresiones fascistas, auto-organización y acción directa.
- Colectivo Libertario de la Facultad de Geografía e Historia de la UCM.
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