18 jul 2009

El bien más preciado es la libertad

Este mes se cumplen setenta y tres años de aquel 18 de julio de 1936 en el que lo más reaccionario del país, la auténtica España negra, se levantó en armas contra el pueblo trabajador. La derecha asilvestrada, en estrecha alianza con la jerarquía eclesiástica, utilizó la vía del golpe de Estado para retrotraer la situación socio-política a la época anterior a la proclamación de la República.

La CNT sabía perfectamente que se iba a producir el levantamiento (de hecho, hacia meses que había advertido de ello al gobierno republicano), y por lo tanto estaba preparada, en tensa espera, para responder a él con todos los medios a su alcance. Así, nada más conocerse que se había iniciado en el norte de Marruecos el movimiento militar-fascista-clerical (cosa que el gobierno negó en las primeras y decisivas horas) declaró la huelga general, y su militancia se preparó para el enfrentamiento directo con los enemigos de clase.

Madrid y Barcelona, las dos ciudades más grandes, eran -precisamente por ese motivo- los dos principales objetivos de los sublevados, y en ambas fracasaron, gracias a la enconada resistencia popular. Especialmente en Barcelona, la oposición a los militares traidores fue tan fuerte y tan bien coordinada que el fracaso del ejército fue estrepitoso. El pueblo trabajador barcelonés, sin distinción de sexos ni edades, se echó a la calle y se enfrentó, prácticamente sin armas, a los facciosos, venciéndolos tras una cruenta lucha. La gesta popular fue posible gracias al idealismo de aquellos hombres y mujeres imbuidos de los principios libertarios, lo que les llevaba al heroísmo y al desprecio de la propia vida, si era preciso. El mismo himno de la CNT (la vieja Varsoviana) dice que el bien más preciado es la libertad, y no la vida u otro valor, y aquellos militantes estaban dispuestos a arriesgar su vida en la lucha por conseguir la libertad para todos. Por cierto que la victoria popular parece ser que se empezó a estudiar desde entonces en academias militares de todo el mundo, para que no volviera a darse el caso de que una chusma -como la calificaron aquellos militarotes- derrotara a tal institución.

La respuesta popular al golpe fascista, más enérgica cuanto mayor era la presencia de las organizaciones libertarias en las distintas regiones, fue la materialización a gran escala de la Acción Directa, que era, y es, uno de los principios básicos de la CNT. Y esa acción directa continuó, inmediatamente después de vencer al enemigo en todos los lugares en los que fue posible, manifestándose en la incautación y colectivización de las empresas, en muchos casos abandonadas por los empresarios, y a las que los trabajadores volvieron a poner en funcionamiento. Se ponía así en práctica el Concepto Confederal del Comunismo Libertario, aprobado en el Congreso Confederal de mayo del mismo año, para el que se tomó como base el folleto escrito por Isaac Puente. La industria, la agricultura y los servicios funcionaron mucho mejor, con un notable aumento de la productividad, porque los obreros eran conscientes de que, una vez eliminados los patronos, estaban trabajando para sí mismos; es decir, en beneficio de la sociedad en su conjunto y no en provecho de una minoría explotadora.

Mientras la CNT, la FAI, y las demás organizaciones del movimiento libertario, se habían puesto manos a la obra para extender y profundizar la obra constructiva de la revolución social, otros conspiraban contra las conquistas populares. Así, por ejemplo, los esbirros de Stalin se opusieron al pueblo, desarrollando una labor claramente contrarrevolucionaria, pues el mismo día 19 de julio de 1936 el PSUC (rama catalana del partido comunista) dejó bien claro que luchaba por la república democrática, y lo mismo manifestó Santiago Carrillo, mientras que el también comunista Jesús Hernández atacó duramente a la CNT por las incautaciones de empresas que había realizado.

Pero no se conformaron los comunistas estatistas con oponerse dialécticamente a la revolución social, sino que llegaron al asesinato de compañeros cenetistas y anarquistas que se opusieron a la militarización de las milicias (cuando esta se produjo) o se negaron a aceptar el carnet del partido comunista español. Además, cuando creyeron ser lo suficientemente fuertes, provocaron en Barcelona -en los primeros días de mayo de 1937-, como marionetas que eran de la URSS, una verdadera guerra civil dentro del campo antifascista, con la intención de destruir a la CNT o, al menos, debilitarla de una manera importante, sin tener ningún reparo en provocar cientos de muertos.

Esta es la verdad, y de ello hay constancia escrita y audiovisual. El pueblo obrero -con la CNT a la cabeza- no sólo se enfrentó a una parte del ejército español (ayudado por Alemania e Italia), sino también al totalitarismo soviético, que actuaba a través de los estalinistas españoles. Porque la CNT deseaba la verdadera revolución y luchaba por ella, costase lo que costase, y no defendía una república democrático-burguesa que había reprimido duramente a los trabajadores. Los compañeros que nos precedieron no araron en el mar, porque la CNT -hoy como ayer- está en contra de todo gobierno y de todo régimen político, puesto que está en contra del sistema capitalista. Somos una alternativa global al sistema, el embrión de una nueva sociedad, sin dirigentes y dirigidos, sin amos y esclavos, sin explotadores y explotados. Mientras tanto, vamos consiguiendo victorias parciales que mejoren las condiciones económicas y sociales de los trabajadores. Mordemos los tobillos del sistema y algún día nos lanzaremos a su yugular.


Artículo elaborado por el Secretariado Permanente del Comité Nacional para la editorial del periódico cnt.

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