El 7 y 8 de enero, Rosarno fue escenario de una revuelta de los inmigrantes de la zona, hartos del racismo y de condiciones laborales cercanas al esclavismo. La única medida tomada por las autoridades, después de la “caza del inmigrante” iniciada por la población local, fue la expulsión de la mayoría de los jornaleros subsaharianos a otras zonas, en particular a Bari, y la reclusión de muchos de ellos en Centros de Internamiento para Extranjeros. Hablamos con Yasha Maccanico, integrante de la red Migraeurop, y miembro de la misión internacional de visita que se ha reunido con los migrantes expulsados el pasado 15 de enero.
DIAGONAL: ¿En qué ha consistido la misión internacional?
YASHA MACCANICO: Hemos visitado los dos centros en Bari en los que se encuentran los trabajadores migrantes evacuados de Rosarno. Estaban representados los Parlamentos Europeo e italiano y tres organizaciones en representación de la red Migreurop. En primer lugar queríamos averiguar qué había pasado en Rosarno y hablar con los evacuados; y en segundo, comprobar su situación actual en Bari. También nos importaba saber por qué había gente en el centro cerrado (CIE, centro de identificación y expulsión), mientras que la mayoría había sido trasladada al centro de acogida (CARA, centro de recepción de solicitantes de asilo).
D.: ¿Cuáles son los relatos mas frecuentes de los migrantes de Rosarno?
Y.M.: Los relatos recogidos fueron muy duros. En primer lugar, las condiciones de vida y de trabajo en los campos, con jornadas de hasta 13 horas a 25 euros o de un euro por cada caja de fruta recogida. Según cuentan, se despertaban al amanecer y esperaban ser escogidos al lado de la carretera. En el duro lugar de trabajo en el campo, se encontraban aislados de otras nacionalidades: los africanos subsaharianos eran el último eslabón, por detrás de los magrebíes y los europeos del Este. Las mismas duras condiciones se repetían en las estancias donde vivían: fábricas abandonadas sin condiciones higiénicas ni calefacción. En cuanto a los disturbios, los inmigrantes explican que se rebelaron porque sabían que, además de los insultos habituales, los rosarneses habían disparado contra algunos de ellos. A finales de 2008 había pasado lo mismo. Los del CARA me preguntaban: “¿Por qué nos tratan así, si llevamos a cabo un trabajo para ellos? Somos personas, tenemos familia...”. Los del CIE se sentían engañados, ya que los policías les habían dicho que subieran en los autobuses en los que les evacuaron para su protección, y se les había asegurado que no serían expulsados. De los 320 evacuados hacia Bari, 46 migrantes, internados en el CIE, tienen trámite de expulsión por no tener los documentos en regla.
D.: ¿Cuál es la situación actual de estos inmigrantes?
Y.M.: En el CARA quedaban pocas decenas de ellos, ya que es un centro abierto y muchos ya habían salido hacia Nápoles o Roma. Según dijeron, se encuentran bien y sólo esperan decidir lo que quieren hacer antes de irse, a pesar de estar conmocionados por lo ocurrido. Los del CIE se sienten traicionados, como si estuvieran en una cárcel, “secuestrados”, según dijo uno ellos. No han encontrado representantes de sus embajadas; tienen contacto con el personal del centro, con miembros de asociaciones como el OIM y asistencia legal. Sin embargo, no parece que les hayan entrevistado como víctimas del ataque o de la explotación laboral que sufrieron.
D.: ¿Cuáles son sus perspectivas?
Y.M.: Los del CIE están desesperados y esperan que haya alguna posibilidad de no ser expulsados. El ministro de Interior, Roberto Maroni, dijo que se expulsaría a todos los irregulares y que los que habían sufrido lesiones obtendrían un permiso humanitario. Pero los miembros de la delegación llegamos a la conclusión de que son víctimas de explotación laboral por no decir esclavismo, de violencia y de una limpieza étnica de facto, por muy fuerte que suene la expresión, ya que se ha tratado de echar a todos los trabajadores africanos subsaharianos y no a otros grupos. Habría formas para evitar que se les expulse, ya que han sido testigos de actividades delictivas de las que eran víctimas. Al parecer, las asociaciones que están activas sobre el terreno están analizando esta posibilidad. Los del CARA están preocupados por la falta de hogar, trabajo y dinero, por el hecho de que los disturbios han interrumpido lo que era un circuito que les veía moverse de cosecha en cosecha entre las diferentes regiones del sur, y por el miedo que ha provocado el odio que han conocido en su contra.
D.: ¿Cuáles son las conclusiones más importantes de la visita?
Y.M.: La conclusión más importante es que son víctimas y, por lo tanto, no había que detenerlos en el CIE, ni tampoco expulsarles, sobre todo si consideramos que se les había asegurado que esto no pasaría. En caso contrario, la evacuación se podría equiparar a una redada en busca de indocumentados. Se les ha tratado desde el comienzo como culpables de la revuelta, pero lo que han sufrido va mucho más allá de lo que han hecho. En segundo lugar, está claro que en algunos campos de las regiones del sur se práctica el esclavismo, aunque no es un fenómeno únicamente italiano si recordamos, por ejemplo, los acontecimientos de hace una década en El Ejido. En tercer lugar, en Rosarno ha habido un problema de segregación de los trabajadores africanos, y los disturbios se han saldado con algo equivalente a una “limpieza étnica”, sin muertos, pero con un segmento de la población expulsado por su raza y por haberse rebelado tras sufrir muchos abusos. Es un precedente peligroso.
Diagonal
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