23 feb 2009
Càrrega Policial Desallotjament Carnestoltes Benimaclet 2009
Sucede de manera espontánea y casi por sorpresa. Los últimos fines de semana del mes de febrero son una fecha señalada e indeterminada al mismo tiempo, en la que se celebran los carnavales en Benimaclet. Gentes de diferentes lugares y de diversas procedencias llenan la plaza y las calles adyacentes del barrio de manera masiva. Muchos sólo llegan a Benimaclet en estas fechas. Vienen a celebrar el carnaval. Una fiesta pagana, popular, de la calle. La fiesta del disfraz que aparta la mentira cotidiana por unas noches. La gente se disfraza para ser quien quiere ser realmente, para ser lo que no puede ser durante el resto del año, para reivindicar la alegría y el disfrute sin tapujos, sin normas, sin más límite que el de las luces del amanecer. Como digo nadie conoce nunca la fecha segura, pero es seguro que hay fecha, que hay fiesta, que hay carnaval.
Desde hace unos veinte años, tras la prohibición en la época franquista, los carnavales de Benimaclet surgen como una fiesta única en la ciudad de Valencia. En un principio se acompañaban de los fuegos y los bailes del Correfoc del Dimonis. Después fueron prohibidos alegando peligrosidad. La asociación de vecinos del barrio y maulets tomaron la iniciativa en la resurrección de la fiesta en la que se representa la declaración de independencia del califato del moro Maclet. Pero no sólo de los hijos de Maclet(el prefijo beni significa “hijo de”) es el carnaval sino de todos aquellos que inundan el barrio cada año con sus ganas de fiesta llegando a Benimaclet desde cualquier lado.
El problema es precisamente el carácter popular y reivindicativo de este carnaval. Problema porque no gusta a la administración, porque es una fiesta masiva donde no hay negocio, ni control, ni oficialidad, ni bandera o institución que la represente o la organice. Es una fiesta de la gente, tal cual. No interesa, no gusta, incluso asusta a quienes no pueden sacar beneficio de ella y sienten como peligrosa la demostración espontánea de libertad y alegría de la gente. Por ello se intenta poner remedio a este descontrol mediante la coacción, la intimidación y el uso de la violencia. Por eso este año las entradas a la plaza estaban custodiadas por furgonetas de antidisturbios desde las diez de la noche. Un despliegue desmedido y represivo decidido a acabar con los carnavales. Los antidisturbios desalojaron la abarrotada plaza a golpe de porra. No es la primera vez que se intenta boicotear la fiesta y todos recordamos los incidentes de hace seis años con barricadas y disparos, con catorce detenidos y diecisiete policías heridos.
Qué pasa? Hay que ser fallero en esta ciudad para poder disfrutar de la calle? Hasta dónde se pueden reprimir las libertades de la gente? Qué tiene de especial la celebración del carnaval que tanto molesta?
Envueltos en nuestros disfraces nos mostramos tal como somos. Nos confundimos y nos mezclamos unos con otros por el mero disfrute de disfrutar. Salimos a la calle y tomamos la plaza para encontrarnos, para reivindicar un espacio, el común, el de todos; para celebrar un sentimiento, la alegría de no tener que fingir.
El carnaval es una fiesta de la celebración de la vida, de la legitimidad de los excesos por unas noches, de la máscara sin máscara.
La represión de este tipo de celebraciones es un atentado contra el pueblo, contra la calle, contra todo lo que no es políticamente correcto, contra la espontaneidad y la libertad de la gente. Por todo ello escribo estas líneas como uno más de los descendientes del moro que da nombre al barrio para denunciar la persecución y la represión de los carnavales, para decir que el próximo año nos veremos en la plaza.
Graves disturbios en Carnaval de Benimaclet 2003
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