27 ago 2008

Zumo comunista para el niño y la niña.

Sobre la falta de rigor analítico en nuestros medios

“Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.”

César Vallejo, Poemas en prosa.



Conscientes de la necesidad de una transformación radical del actual sistema económico, y conscientes de que tal transformación implica un choque frontal con los intereses del mercado internacional, con los intereses de las oligarquías de cada Estado-Nación, y contra la integración cada vez más acentuada del proletariado, consideramos de suma importancia la puesta a punto y desarrollo de la capacidad analítico-científica, artística y revolucionaria, y su articulación en un movimiento con unas capacidades defensivas superiores a la maquinaria de guerra que posee el Capital.

Para tales fines es necesario evitar tanto el exceso de culturalismo proveniente de capas de la sociedad que vinculadas a movimientos alternativos mantienen aún una cultura burguesa bajo la máscara del nihilismo o revolucionarismo, como el exceso de anti-intelectualismo proveniente de egos minusválidos que tratan de encubrir su minusvalía bajo la máscara de una ideología de la acción. Ambas posiciones sólo conducen al bloqueo y liquidación de cualquier posibilidad de una auténtica acción dirigida a la construcción de los elementos necesarios para provocar el cambio social; tan sólo tienden a reproducir la última moda en anti-moda y la miseria cotidiana de lo mismo que pretendidamente se trata de transformar, esto es, las formas actuales de dominación.

Tales excesos y desviaciones burguesas hacen que se desatienda el trabajo de la verdadera cultura proletaria, que parte del trabajo explotado y ha de tender a la revolución comunista. El resto son pamplinas. Para los proletarios, cualquier tipo de formación que no vaya encaminada a fortalecer y desarrollar la lucha de clases, es un desvío hacia el individualismo burgués.

Estamos hasta los cojones de hijos de concejales corruptos o hijos de empresarios que viven “alternativamente” y montan sus negocios de “comercio justo”, o que se convierten en pequeños productores hortelanos de cultivo “ecológico”, para luego lanzar lo que producen al mercado –todo ello, claro está, con el colchón auxiliar del nido familiar o alguna sabrosa subvención estatal; así es fácil-.

Para los proletarios salvajes no hay comercio justo, sino justo el comercio que queremos destruir porque nos explota, bajo la forma que sea. Lo mismo nos da que nos estafen en un bar de pijos que en otro que tenga una foto del Che en la pared.

También estamos hasta las narices de gilipollas que tienen que hacerse 10.000 u 8.000 kilómetros para darse cuenta de la miseria que hay en el mundo y que caen en el más absurdo relativismo defendiendo por ejemplo el derecho de una iraní a ser una reaccionaria; como si no hubiera gente en su país encantada de serlo, ni muertos de hambre, ni miseria... y no hacemos esta crítica por no ser internacionalistas, sino porque lo somos; tampoco menospreciamos la labor del voluntariado que le da por ayudar a otra gente a mejorar sus condiciones de vida, simplemente no queremos ver delante a aquellos que pecando del más flagrante etnocentrismo utilizan los foros izquierdistas chachis-megaguais para contarnos que el mediterráneo existe.

Para nosotros, los comunistas sin partido, las apreciaciones izquierdistas sobre el proletariado resultan dañinas respecto al objetivo de emancipación social. El izquierdismo sigue siendo la enfermedad infantil del comunismo, pues no responde a las condiciones objetivas y sigue evidenciando su incapacidad de aplicación práctica de sus adorados y sectarios principios. Pruebas de la falta de apreciación de las condiciones objetivas del proletariado por parte del izquierdismo las encontramos en afirmaciones como que el “ser-proletario” y la lucha de clases ya no existen. Señores izquierdistas posmodernos, vayan a decirle a un hipotecado obrero de la construcción que el “ser-proletario” no existe, a ver qué les contesta... El que haya gente perteneciente al proletariado que sea feliz con su hipoteca o que tengan un nivel adquisitivo mayor que las capas más bajas del mismo, no cambia su condición de proletarios, otra cosa es que sean malos obreros... Las putas de lujo, no por ser de lujo dejan de ser putas...


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