La manecilla del reloj de última moda señalaba las siete de la tarde, como advirtiendo al amo que la hora del incordio, del descaro y de la insolencia eran inminentes. No estaba dispuesto a dar la cara y ausentarse de una reunión social ociosa, que es donde mejores negocios se hacen, entre alcohol, risas y folclorismos.
En el agujero negro de sus adentros, el empresario reconocía que un puñado de anarcosindicalistas le pueden amargar la vida a cualquier explotador, si están bien organizados. Atrás quedaban los primeros intentos de desprestigiar la acción sindical, la solidaridad y el apoyo mutuo. Primero fueron las alusiones al número de compañeros y compañeras congregados. Luego, se les adjetivó de vagos y maleantes, se les acusó de movilizarse por dinero, y un sinfín de despropósitos más, a cual más necio.
La táctica era sacada de la época de los señoritingos. Disponer de un ejército de vasallos a cambio de favores, promesas o dinero no era nada difícil en sus designios. Su misión es la provocación directa, mediante la infamia, las amenazas y las injurias. Pero ni el dinero, las promesas ni los favores son comparables al convencimiento y al compromiso con la justicia social. Y por ello, no tardaron en aparecer las primeras deserciones entre sus filas, los primeros flancos de debilidad.
Para otorgar ’poderío’ a su bando, el empresario tiró de sus hilos, atrayendo a sus posiciones al corregidor de la villa, y a personalidades del mundillo empresarial costasoleño, en un intento de dar un golpe de efecto a sus intenciones. De poco le sirvió, ya que éstos, fueron los primeros en quitarse de en medio. Ya se sabe, que los sindicalistas antiautoritarios ven como parásitos tanto a los unos como a los otros, y no se amilanaron ante el apoyo de estos chupasangres.
La cabeza del empresario seguía maquinando mal aconsejada, dirigiéndose a ’tumba abierta’ hacia derroteros imprevistos. Su orgullo se imponía al sentido común, prefiriendo gastar el dinero en balde, antes que claudicar ante la mirada de sus vasallos, de sus clientes y de la sociedad malagueña. Nos obsequió con el fruto de su impotencia, primero con pancartas sensacionalistas y luego, con arrebatos esquizofrénicos sobre la propiedad de todo lo que le rodea, incluida la rotonda de los elefantes y la calzada de la N-340 que la bordea.
Haciendo caso omiso de las recomendaciones de su médico, el empresario se alteró a unos niveles de frenopático, con su léxico vulgar y con la histeria rebosando sus ojos abotonados se lanzó a los coches en un burdo intento por cortar la calzada. En el paripé, participaron sus acólitos y las fuerzas de seguridad del estado cogiéndolo para evitar una tragicomedia mayor. Nada se sabe de sus niveles de ansiedad y estrés, tan sólo que pueden afectar negativamente a las arterias coronarias.
Lejos quedan sus palabras tras una detención hace unos años, que aseguraba que ’el trato recibido de los agentes de policía fue sobresaliente’, y que ’he cambiado desde que he estado con ellos’. Ahora, cuando el viento ha arrastrado sus palabras, acusa a las fuerzas de seguridad del estado de su connivencia con los anarcosindicalistas (jajaja), y veladamente, reta a la subdelegación de gobierno a que se posicione contra el derecho constitucional de manifestación.
Ahora ya sabe este empresario modelo, que la inquietud que le reconcome sus adentros se llama miedo. Que la organización de los trabajadores y trabajadoras en un sindicato traslada el miedo a la patronal. Ha comprendido al fin, que con la tarjeta de crédito se puede comprar todo, menos la dignidad obrera.
Si en agosto ha hecho calor, septiembre será un infierno.
CNT-AIT ni se calla, ni se vende ni se queda en la feria.
Cristobal Peñarroya Sánchez, no te sofoques y PAGA YA...
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