26 ago 2009

"A nuestros hijos les roban sus órganos"

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“Soy lo que podríais llamar un ‘casamentero' dijo Levy Izhak Rosenbaum de Brooklyn, EE.UU., en una grabación secreta con un agente del FBI, que se hizo pasar por un cliente. Diez días después, a fines de julio de este año, Rosenbaum fue arrestado en conexión con una amplia red de corrupción descubierta en Nueva Jersey: rabinos, funcionarios que habían ganado elecciones y otros de confianza se habían involucrado durante años en el lavado de dinero y el tráfico ilegal de órganos, que operaba como una mafia al estilo Soprano. Los manejos de Rosenbaum no eran romanticismo, si no comprar órganos de gente necesitada en Israel por 10.000 dólares y venderlos a pacientes desesperados en EE.UU. por 160.000 dólares. El tiempo legal de espera para riñones es de un promedio de nueve años.

Las acusaciones han estremecido la industria estadounidense de los trasplantes. Si esto es verdad, es la primera vez que se prueba el tráfico de órganos en EE.UU., dijeron expertos en el New Jersey Real-Time News.

Cuando le preguntaron cuántos órganos vendió, Rosenbaum respondió: “Quite a lot. Muchos. Hasta ahora nunca he fracasado,” alardeaba. Su negocio ha estado funcionado desde hace mucho tiempo.

Francis Delmonici, profesor en Harvard de Cirugía de Trasplantación, y miembro del consejo de directores de la Fundación Nacional del Riñón, dijo en el mismo periódico que un tráfico similar al de órganos en Israel tiene lugar en otros sitios del mundo. Se puede calcular que un 10% de los 63.000 trasplantes de riñones en el mundo son hechos ilegalmente, dice Delmonici.

En los primeros lugares de la lista de esta actividad ilegal están países como Pakistán, Filipinas y China, donde se cree que los órganos son tomados de prisioneros ejecutados. Pero hay fuertes sospechas de que los jóvenes palestinos han sido capturados y, como en China y Pakistán, sirvieron de reserva de órganos antes de ser asesinados. Una sospecha muy seria que plantea suficientes dudas como para que el TPI, Tribunal Penal Internacional, debiera definitivamente abrir una investigación de si se trata de un caso de crímenes de guerra israelíes.

Israel ha estado repetidamente en la lista de sospechosos por su manera poco ética de gestionar órganos y trasplantes. Países que incluyen a Francia ya interrumpieron la cooperación al respecto con Israel en los años noventa, y el Jerusalem Post escribió que “se espera que otros países en Europa sigan pronto el ejemplo de Francia.”

La mitad de los riñones que los israelíes han implantado desde comienzos de la década del 2000 han sido comprados ilegalmente en Turquía, Europa Oriental o Latinoamérica. Las autoridades sanitarias israelíes están perfectamente informadas del negocio, pero no hacen nada por detenerlo. En 2003 se reveló en una conferencia que Israel es el único país occidental en el que la profesión médica no condena el tráfico ilegal de órganos o emprende alguna acción contra los médicos involucrados en ese comercio criminal. Al contrario, los jefes de departamento en los principales hospitales participan en la mayoría de los trasplantes ilegales, según Dagens Nyheter (5 de diciembre de 2003).

En un esfuerzo por superar la escasez de órganos en el país, el entonces ministro de salud, Ehud Olmert, realizó una importante campaña en el verano de 1992 para lograr que la población israelí se ofreciera como donantes de órganos. Se distribuyó medio millón de panfletos en periódicos locales en los que se invitaba a los ciudadanos a inscribirse para donar sus órganos después de su muerte. Ehud Olmert fue el primero en firmar.

Tan solo dos semanas después, el Jerusalem Post informó que la campaña había sido un éxito. No menos de 35.000 personas habían firmado; usualmente son 500 por mes. En el mismo artículo, la periodista Judy Siegel escribió que la brecha entre oferta y demanda seguía siendo grande. La cola para trasplantes de riñones era de 500 personas, pero sólo 124 pudieron someterse a la cirugía. De las 45 personas que necesitan un nuevo hígado, sólo tres tuvieron la posibilidad de recibir un nuevo órgano en Israel.

Mientras se realizaba la campaña por órganos, desaparecieron jóvenes palestinos y fueron devueltos de noche a sus aldeas cinco días después, muertos y abiertos en canal.

Las noticias sobre los cuerpos mutilados aterrorizaron a la población en Cisjordania y Gaza. Se habló de un aumento dramático en la cantidad de jóvenes desaparecidos con los subsiguientes funerales nocturnos de cuerpos que habían sufrido una autopsia.

Yo estaba en la zona trabajando en la preparación de un libro cuando personal de la ONU, preocupado por los acontecimientos, se puso varias veces en contacto conmigo. Los que lo hicieron opinaban que el robo de órganos había ocurrido efectivamente, pero que ellos estaban impedidos de hacer algo. Por encargo de una productora de televisión, anduve por ahí y hablé con una gran cantidad de familias palestinas en Cisjordania y Gaza, que dijeron que a sus hijos les habían robado órganos antes de ser asesinados. Uno de los ejemplos que vi en ese espeluznante viaje fue el de un joven tirapiedras, Bilal Achmed Ghanan.

Era casi medianoche cuando se escuchó el ruido de los motores de una columna militar israelí en los alrededores de la aldea Imatin, al norte de Cisjordania. Los dos mil habitantes de la aldea permanecían despiertos y se movían como sombras silenciosas en la oscuridad. Algunos estaban sobre los techos, otros detrás de cortinas, casas o árboles, que los protegían en la oscuridad durante el toque de queda, pero les permitían ver claramente lo que se convertiría en una tumba para el primer mártir de la aldea. Los militares habían cortado la electricidad alrededor de la aldea y el lugar fue convertido en un área de exclusión militar – ni un gato podía moverse al aire libre sin arriesgar su vida. El ensordecedor silencio de la oscuridad sólo era interrumpido por sollozos quedos y no puedo recordar si temblábamos de frío o de excitación. Cinco días antes, el 13 de mayo de 1992, una fuerza especial israelí había montado una emboscada en la carpintería de la aldea. Su objetivo era Bilal Achmed Ghanan, de 19 años, uno de los jóvenes activistas palestinos que lanzaban piedras y dificultaban la vida de la potencia ocupante.

Bilal Ghanan era uno de los principales tirapiedras, buscado desde hacía un par de años. Eso implicaba que él, junto con otros chicos tirapiedras, vivía al aire libre en los cerros de Nablus. Ser capturado significaba la muerte, y las historias sobre la tortura no mejoraban las cosas. Por lo tanto se quedaban en los cerros. Pero por algún motivo, Bilal bajó un día de las montañas y se paseó sin ocultarse por la aldea, frente a la casa del carpintero, en ese día desafortunado a mediados de mayo. Ni siquiera Talal, su hermano mayor, pudo explicar por qué bajó precisamente ese día; tal vez se les había acabado la comida y necesitaban reabastecerse.

Todo iba según los planes para las fuerzas especiales israelíes. Apagaron sus cigarrillos, dejaron a un lado sus latas de Coca-Cola y apuntaron tranquilamente a través de la ventana rota. Cuando Bilal estuvo suficientemente cerca, sólo tuvieron que apretar el gatillo. El primer tiro le dio en el pecho. Según los lugareños que presenciaron el incidente, luego le dispararon un tiro en cada pierna. Entonces dos soldados salieron corriendo de la carpintería y le dispararon una vez más en el estómago. Finalmente, lo tomaron por los pies y lo arrastraron por los 20 peldaños de la escalera de piedra de la carpintería. Los lugareños dicen que personal de la ONU y de la Media Luna Roja que estaba cerca y oyó los disparos llegó para atender al herido. La discusión sobre quién se ocuparía de la víctima terminó cuando la fuerza israelí cargó a Bilal, gravemente herido, en un jeep y lo condujo hacia el exterior de la aldea. Allí los esperaba un helicóptero militar que se llevó a Bilal con destino, para sus parientes, desconocido.

Cinco días después lo devolvieron en la oscuridad, muerto y envuelto en tejido verde del hospital. Cuando la columna militar que había recogido a Bilal del centro de autopsia Abu Kabir en las afueras de Tel Aviv se detuvo en el lugar de su sepultura, alguien reconoció al jefe militar israelí como capitán Yahya. “El más complicado de todos ellos,” murmuró en mi oído la persona en la oscuridad. Cuando los hombres del capitán Yahya cargaron el cuerpo y cambiaron el tejido verde por uno de algodón ligero, unos pocos parientes varones fueron escogidos para hacer el trabajo: excavar el suelo y mezclar cemento.

Junto al ruido de palas se escuchaban las risas ocasionales de los soldados, que bromeaban mientras esperaban para volver a casa. Cuando bajaron a Bilal a la tumba, se descubrió su pecho y los pocos presentes repentinamente vieron el abuso al que había sido sometido. Bilal no era el primero en ser enterrado con un corte desde el abdomen hasta el mentón y las especulaciones sobre la intención del corte se desataron.

Las familias palestinas afectadas en Cisjordania y Gaza estaban seguras de lo que había ocurrido a sus hijos. “Nuestros hijos fueron utilizados como donantes forzados de órganos,” me dijeron parientes de Khaled de Nablus, así como la madre de Raed de Jenin y los tíos de Mahmod y Nafes de Gaza, todos los cuales desaparecieron durante varios días y volvieron tarde de noche, muertos y abiertos en canal.

- ¿Por qué retienen los cuerpos hasta cinco días antes de que los podamos enterrar? ¿Qué sucedió con los cuerpos mientras tanto? ¿Y para qué la autopsia si la causa de muerte es obvia, y en todos los casos contra nuestra voluntad? ¿Y por qué devuelven los cuerpos durante la noche? ¿Y por qué con una escolta militar? ¿Y por qué clausuran el área para el funeral? ¿Y por qué cortan la electricidad? Las preguntas del tío de Nafes son muchas e indignadas.

Las familias de los palestinos asesinados ya no tenían dudas al respecto.

El portavoz del ejército israelí, por su parte, dijo que las afirmaciones sobre robos de órganos eran inventos de los palestinos. Todos los palestinos que resultan muertos son sometidos rutinariamente a autopsias, dijo.

Bilal Achmed Ghanem fue uno de 133 palestinos muertos de diversas maneras este año. Según estadísticas palestinas, las causas de las muertes son: fusilado en la calle, explosión, maltrato, gas lacrimógeno, atropello intencional, ahorcamiento en prisión, asesinado en la escuela, asesinado en casa, etc. De las 133 personas muertas desde cuatro meses hasta 88 años, a 69 le hicieron autopsia, es decir sólo la mitad de los muertos. La autopsia rutinaria de los palestinos muertos mencionada por el vocero del ejército no es la realidad en los Territorios Ocupados. Las dudas siguen existiendo.

Sabemos que la necesidad de órganos en Israel es grande; que existe un amplio tráfico ilegal de órganos; que es realizado con el beneplácito de las autoridades; que hay médicos importantes involucrados en los principales hospitales, así como funcionarios a diferentes niveles. Y sabemos que los jóvenes palestinos desaparecieron, y que fueron devueltos cinco días después en secreto, durante la noche, abiertos en canal y vueltos a coser.

Es hora de hacer la luz sobre esta macabra actividad y de lo que sucede y ha estado sucediendo en los territorios ocupados por Israel desde que comenzó la Intifada.


Jóvenes palestinos lanzando piedras y botellas contra los soldados de Israel en el norte de Cisjordania. En esta zona fue asesinado Bilal Ahmed de Ghana, y luego fue abierto en canal en el hospital. "Nuestros hijos son utilizados como reservas de órganos", dicen los palestinos.

Foto: Donald Boström
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Bilal Achmed Ghanan, de 19 años, fue muerto a tiros y retirado por soldados israelíes. Su cuerpo fue devuelto, cosido desde el estómago hasta el mentón.

Foto: Donald Boström

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Donald Boström es periodista, fotógrafo y autor, entre otras obras, del libro “Inshallah” (Ordfront förlag 2003).

Aftonbladet

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