10 jul 2009

La Alta Velocidad Ferroviaria se acerca a La Rioja

Las élites dirigentes regionales quieren sumarse al mercado de la movilidad, y ya sabemos que todo el mundo se mueve al ritmo del mercado. El AVE es "una gran oportunidad para el transporte de mercancías" celebra el pragmático.

    Los acólitos del desarrollismo berón aspiran a convertir Logroño en nexo de relaciones comerciales. Pedro Sanz y los nefastos intereses mercantiles que representa están preocupados, ¿será Logroño discriminado del plan gubernamental que impulsa la construcción del corredor Zaragoza-Castejón-Pamplona-Logroño? Quién es el loco que no se esfuerza por conseguir un trozo de pastel...

    La Alta Velocidad ofrece ventajas necesarias: dispara la especulación inmobiliaria y por consiguiente el precio de las viviendas y del suelo, obliga a un reordenamiento urbano a base de cementeo y asfalto, estimula la construcción de centrales nucleares y térmicas (el AVE es gran despilfarrador de energía), promueve la corrupción política y ayuda a financiar los partidos, y fomenta ligeramente el turismo (y el parque temático vinícola en que se ha convertido La Rioja lo necesita). Prodigio de modernidad y tecnología volverá nuestra región competitiva de la noche a la mañana; sabemos que una ola de visitantes y especuladores es cosa buena para el ciudadano corriente. Mañana nos dirán los gestores del proyecto que el AVE es sostenible y mágicamente harán deseable otro desastre, "satisface la movilidad con gran eficacia y bajo coste, señores": descongestiona el ingente tráfico de mercancías provocado por la deslocalización de las industrias, conecta o va a conectar mediante una red de 30000 kms centros de decisión europeos (ciudades), es un factor de reordenación territorial que sitúa en el mapa a las poblaciones afortunadas que lo acogen, posibilitará una expansión y una urbanización interminables. La movilidad es una preciada mercancía que engrasa el progreso de la economía. Dicho de otra forma, la movilidad lubrica ese desarrollo descontrolado de la tecnología que convierte a las fuerzas productivas en fuerzas predominantemente destructivas.

    El envilecimiento de la población, el consumismo aterrado dominante, hace aparecer la cuestión social bajo la forma de un problema de seguridad: hay que proteger nuestras mercancías de los potenciales invasores que las desean y no tienen dinero para alcanzarlas (más policía, más cárceles, más videovigilancia). Esta coyuntura desanima sobre las posibilidades de construir un movimiento de defensa del territorio que apunte a la reconstruccion de una sociedad comunitaria libre de constricciones mercantiles. Pero la derrota no hace absurdas las batallas, y siempre quedará el orgullo de haber actuado en consecuencia con los análisis que intentan actuar sobre un entorno degradado. Tomemos ejemplo de la resistencia contra el TAV en Euskal Herria o de la la lucha contra la Alta Velocidad en la zona alpina italiana de Val Di Susa. Acordémonos del EZLN o de Oaxaca, de los trabajadores que ocupan fábricas en todo el mundo o de los chavales que ocupan casas para abrir centros comunitarios, de los tuareg que se enfrentan a la multinacional Areva o del pueblo Ogoni que todavía hoy se enfrenta a la Shell, de los chavales griegos que toman edificios institucionales y resisten a la policía o de la gente de Honduras que valientemente sale a plantar cara al ejército en la calle. En fin, sigamos el ejemplo de todos los que lucharon ayer, de los que hoy empuñan las armas de la crítica y actúan, de los que no se dejan destruir totalmente. Es la tarea menos absurda de todas las que podemos plantearnos hoy.

    Michael Jackson y los niños de Nunca Jamás

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