Impresionate testimonio de Diego Paredes, hermano de Txiki, quien junto a sus parientes, fueron maltratados por la policia autonoma española, ante la mismisima tumba de Txiki, fusilado por la dictadura fascista del general Franco.
En la paranoia represiva en la que ha entrado el españolismo y que de forma estusiasta participa la ertzantza, no se respeta siquiera a las victimas del fascismo español, personas que lucharon contra una despreciable dictadura de corte fascista y que durante decadas trajo a Euskal Herria y a otros pueblos del estado español, dolor y sufrimiento.
Pero parecer ser que para los inquisidores del tandem PP-PSOE, tampoco se puede recordar y homenajear a los que hicieron frente a tal dictadura, ante el silencio complice del PNV y de Izquierda Unida.
Mejor, os dejamos con el testimonio de Diego, que realmente pone los pelos como escarpias
-El domingo, como desde hace 34 años, acudieron al cementerio de Zarautz. ¿Qué ocurrió cuando llegaron?
Sabíamos que Ahaztuak tenía una convocatoria a las 13.00, pero Martxelo Álvarez la desconvocó. En el cementerio nos juntamos los familiares y algunos amigos de Txiki. Nada más llegar nosotros aparecieron los policías con material antidisturbio, armados hasta los dientes.
Hablamos con ellos, y Martxelo les dijo cómo no se iba a hacer nada. Había un txistulari y mis hijas vestidas de dantzari que, como siempre, iban a bailar el aurresku. Entonces, el mando de la Ertzaintza, muy prepotente, dijo que no se podía hacer absolutamente nada. Martxelo les dijo que se iría, pero que dejara a la familia en paz.
Pero no estaban por la labor.
Le dije que «ahora, la familia y los cuatro amigos de Txiki que están aquí le vamos a hacer el homenaje que se merece, como lo hacemos todos los años».
«Los familiares, igual se pueden quedar. Pero el resto se tendrá que ir», respondió, muy prepotente. «¿Cómo que los familiares se pueden quedar igual? ¿Tenemos que pedir hora para poder visitar la tumba de mi hermano?», le dije, que estaba ya encendido. «Pues aquí no os vais a quedar», dijo el mando.
Estaban preparados para cargar. Hubo un momento tenso en el que le dije que lo único que les faltaba era que a nosotros también nos fusilara. «Hasta ahí no vamos a llegar», contestó además.
-También les identificaron, ¿no?
Pidieron los carné a los que les venía en gana. Les dije que cogían a todos o a nadie, y les di el mío. También mis hermanos y el resto de la familia los sacó, pero no nos los quisieron coger.
Identificaron a cuatro personas, y luego, para hacer la gracia, a los coches que bajaron del cementerio. Dijimos que si no podíamos estar ni la familia con los amigos, que nos íbamos, pero mi madre se enfrentó un poco. «Ya no me dejáis ni visitar la tumba de mi hijo. ¿Tanto miedo os dan los muertos?», le preguntó. Se puso muy nerviosa.
El auto judicial ponía que en caso de hacerlo se «humillaría a las víctimas del terrorismo».
No sé de qué víctimas hablaría... Pero, ¡a mi madre, con 80 años, le van a decir cuándo puede visitar la tumba de su hijo!
Nos sentimos mal. Humillados, impotentes... mi madre besando la tumba de Txiki, y a ellos les importaba tres pimientos. En 34 años no hemos tenido ningún problema, ni ningún otro cuerpo policial ha mostrado esa falta de respeto. Mira, incluso un inspector de la Guardia Civil me llegó a decir que «a tu hermano lo respeto, porque era un verdadero soldado, aunque en el lado equivodado». Pero éstos no respetan nada. Me recordaron a la Policía nazi.
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