En el marco de la educación en el Estado español, Paideia aparece como una de esas extraordinarias rarezas que, contra todo pronóstico, sobreviven en un medio abruptamente hostil. Con 31 años de vida a sus espaldas, la única escuela libertaria del Estado no ha dejado de crecer en los últimos años. Y lo ha hecho como gusta al colectivo promotor, a un ritmo “sostenible” y sin perder en ningún momento el ideario anarquista que le vio nacer. Pero los inicios de este curso, en el que ya se han superado las 62 matrículas del año pasado, se dibuja distinto a todos los anteriores. Paideia llora en estos momentos la pérdida, ocurrida el pasado 1 de julio, de uno de sus pilares, la reconocida pedagoga Josefa Martín Luengo. Hablar de Paideia es hacerlo de Martín Luengo, y a la inversa. Sus nombres permanecerán para siempre indisociables. Y es que Pepita, cuya influencia en el movimiento libertario y en la pedagogía de la escuela libre es innegable, dotó al proyecto extremeño de su armazón teórico, una base conceptual labrada en el día a día de la experiencia educativa. El 12 de septiembre, decenas de amistades, alumnos, profesores y simpatizantes de Paideia le dieron su último adiós en una emotiva jornada de homenaje en el mismo espacio en el que compartió tantos anhelos y alegrías. Josefa Martín Luengo, tras el intento, abortado por la Administración franquista, de poner en marcha su Escuela en Libertad en Frenegal de la Sierra (Badajoz), fundó Paideia en enero de 1978. Lo hizo en Mérida junto a otras tres profesionales de la educación: Concha Castaño Casaseca y María Jesús Checa Simó. En esta primera etapa, que se prolonga hasta 1981, las energías se centraron en formar el grupo educativo, por un lado, y el llamado “colectivo ideológico”, por otro, que trabajaba fuera de la escuela y la mantenía económicamente. Aunque la división entre estos dos grupos fue significativa durante muchos años, actualmente se halla diluida y ambos constituyen el llamado Colectivo Paideia. En estos momentos, 15 personas adultas, de las cuales seis trabajan como profesores a tiempo completo, componen un espacio que ofrece educación Infantil y Primaria y, en palabras del propio Colectivo, se halla totalmente consolidado y sigue “siendo fiel al proyecto inicial”.
Una educación diferente
Esta “escuela de la anarquía” pone en el centro de su sistema educativo al alumno, cuyo aprendizaje ha de tener una “utilidad social y no competitiva”. “No enseñamos, sino que facilitamos que el niño o la niña aprenda desde sí misma y lo aprendido lo comunique a los demás”, indican sus profesores, antes de añadir: “Nuestro trabajo educativo consiste en adaptar nuestra competencia como adultos a la suya y no en trasmitir una competencia que aún no tienen”. Son los niños y niñas las que, en régimen de igualdad y a través de la asamblea, que se halla en el centro de todo, escogen qué y cómo quieren estudiar. “La diferencia con las escuelas normales es abismal. Mientras allí te dicen lo que tienes que estudiar y de qué manera, en Paideia se negocia todo. Según los intereses que teníamos, elegíamos las materias y los talleres que tanto nosotros mismos como los profesores nos proponían”, indica a Diagonal una ex alumna. Para ello, los profesores fomentan “dinámicas de trabajo colectivo e igualitario, permitiendo el acceso a cuadernos de trabajo, libros y otros materiales impresos y audiovisuales”. En este marco, por tanto, resultan esenciales el “autodidactismo y la autoevaluación”, que se configuran como parte de un método donde el juego, lo lúdico, se utiliza como una constante. Los educadores aparecen como “informadores y consejeros”, sin el halo de autoridad que les confiere la educación reglada. Y es que precisamente el “combate contra toda autoridad” se configura como uno de los principios de Paideia, que persigue formar individuos libres, plenamente autónomos desde el punto de vista intelectual y socioafectivo. Libres, iguales y responsables, no sólo con la escuela o el grupo de compañeros y profesores, sino con la propia sociedad, cuyas injusticias es necesario combatir. En este punto, Paideia se aleja de las teorías neutralistas de autores libertarios clásicos como Ricardo Mella, que rechazan inculcar al niño cualquier tipo de ideología, incluida la anarquista, y sigue los postulados del catalán Josep Ferrer i Guardia, cuya influencia en la escuela es más que evidente.
Per a llegir la resta de l'article, visita aquesta pàgina de la haine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario