26 sept 2009

Critica al obrerismo como ideología que requiere ser expulsada del proletariado

El obrerismo es una forma de ideología capitalista, endémica entre los autodefinidos revolucionarios. Es una ideología que fomenta la aceptación de la relación labor-sueldo entre individuos que se han dado cuenta de la explotación que ésta conlleva. Es, por lo tanto, una de las más elevadas formas de alienación.

    Si bien los compas de “Cuadernos de Negación” en su última entrega llevan a cabo una crítica al obrerismo en tanto obsoleto por la superación del mismo por parte del propio modo de producción, nuestra lectura es que el obrerismo corresponde a una forma ideológica que oculta al proletariado su reconocimiento, manteniendo lo que alguna vez fue un pensamiento “real” , pero que en el presente no es mas que pensamiento podrido: pura ideologia. En tanto nos proponemos la necesidad de quitar los elementos idelogicos con los que esta contaminada nuestra clase, consideramos pertinente este texto pues devela variados aspectos en los que caen mutiples sectas llamadas "revolucionarias" y en tanto seamos capaces de demoler esta (dentro de las tantas ideologias que impiden reconocernos como proletariados orientados a la auto-supresion conciente de dicha condicion) avanzamos hacia una compresion unitaria de la totalidad capitalista y no fragmentada e ideologizada en el melancólico amor al “orgulloso obrero musculoso”

    Les dejamos a continuación unos puntos tratados por los compas a modo de introducción:

    Las clases sociales se definen en la práctica, por su oposición y su relación con la "producción". Pero "producción" no en el sentido económico de producción exclusivamente de cosas, sino en el sentido global de reproducción de la especie, reproducción de la explotación, reproducción de dos bandos irreconciliables -explotadores y explotados- reproducción de la propiedad privada y de una masa siempre creciente de seres privados -privados, claro está, por la propiedad de los otros- de todos los medios necesarios para reproducir sus condiciones de existencia. (…)

    La cuestión no es alabar al proletariado, sino abolirlo, y no puede ser abolido desde afuera. Hablar de revolución, como transformación radical de la sociedad, como supresión del capitalismo, es hablar de la auto-supresión del proletariado como clase… y no de la imposición de las actuales condiciones proletarias a todo el mundo (…)

    Cualquier lucha que se base en las necesidades humanas se contrapone con la rentabilidad del capital: es necesario asumir, entonces, lo que ya es en un principio llevándolo hasta las últimas consecuencias, mediante la imposición de las necesidades humanas a las necesidades de la economía burguesa (…)

    Esas reivindicaciones y momentos de nuestra existencia, no asumen lo que realmente portan en su seno, no desarrollan la potencia que contienen, no se apropian de su contenido revolucionario. Peor aún, siguen obviando lo más importante: que la mayoría de nuestras penurias son directa o indirectamente causadas por esta manera mercantil de concebir la vida, y que sin atacar las verdaderas causas seguiremos cortando ramas toda nuestra existencia, mientras el verdadero problema seguirá latiendo en la raíz, ileso Los revolucionarios han constatado más de una vez que esa determinación histórica general hacia la revolución social no es inmediata ni lineal, y que puede ser retrasada, condicionada, desviada por muchísimos factores de orden político, ideológico, religioso, cultural, etc. Esto explica que en condiciones materiales impresionantemente catastróficas, como las actuales, la protesta contra dichas condiciones no se asume directamente, como quisiéramos, como acción organizada para la destruccióndel capitalismo; con pequeños pasos adelante que se convertirían en grandes y determinantes en lo inmediato si se llevaran adelante. Por ejemplo: en vez de defender “nuestra” fuente de trabajo deberíamos pasar a defendernos a nosotros mismos, a defender nuestra fuerza de trabajo, a que no nos revienten psíquica y físicamente, a que no nos vuelvan locos, a que no nos humillen, a que no nos maten, a arrancarles mejores condiciones para nosotros, como clase, y al mismo tiempo luchar para que al fruto de nuestro trabajo no se lo robe la burguesía (…)

    A diferencia del proletariado, la burguesía cuanto más fuerte es, más afirma que no existe, y su fuerza le sirve antes que nada para afirmar su inexistencia, lo que la hace aparecer como inatacable. ¿Dónde está esa burguesía? ¿Qué dominación real ejerce sobre nosotros? ¿Y de qué manera? Parece ser un misterio… Así y todo es posible que se utilice más a menudo la categoría de “burgués” que la de “proletario”, que jamás es nombrada, esto no es un misterio. Existen montones de mecanismos ideológicos y distracciones varias que no permiten reconocernos como lo que somos, explotados y oprimidos. Estos mecanismos tienden generalmente a presentarnos como opuestos y con diferentes intereses a diversos sectores del proletariado conformando un complejo proceso ideológico contribuyente a mantener el régimen de explotación y opresión burgués al disimular y hacer difuso a nuestro enemigo y presentar dividida, debilitada numéricamente a nuestra clase.(…)

    El objetivo de la ideología dominante (que no es mas que la ideología de la clase dominante) es el de mantener al proletariado desorganizado, negado como clase, o mejor aún, encuadrado y movilizado al servicio de la burguesía. No por casualidad, las herramientas del poder del capital son siempre las mismas. La repolarización de la sociedad en diferentes alternativas burguesas, del estilo derecha contra izquierda, antifascistas contra fascistas, liberales contra anti-neoliberales, nacionalistas contra imperialistas, dictadores contra demócratas, militaristas contra pacifistas, islamistas contra cristianos, republicanos contra monárquicos, no es una forma entre otras de reorganizar la dominación burguesa que está en peligro, sino el antiguo método de transformar la rabia social contra la sociedad en rabia al interior de la sociedad, la guerra social en guerra interburguesa, la bronca proletaria en delegaciones y negociaciones al interior del Estado, el cuestionamiento de toda la sociedad en cuestionamiento de una forma particular de dominación, la lucha contra el capitalismo en lucha en contra de una fracción burguesa y a favor de otra.

    Si el secreto de la revolución es la autonomía del proletariado, la clave de la contrarrevolución es la atomización del proletariado y su canalización dentro de la sociedad al servicio de la lucha de tal fracción contra tal otra. (…)

    Así funciona el aislamiento de quienes luchan, perpetrado por la ideología dominante, gran cantidad de veces en boca de los medios masivos de información, reduciéndonos “casualmente” a categorías que olvidan nuestra clase al informar sobre diversos conflictos que estallan en todas partes del globo.

    “Ellos nos organizan contra nosotros mismos, y nos impiden organizarnos contra ellos” afirmábamos en el primer Cuaderno.

    EL OBRERISMO ES OBSOLETO

    Teniendo en cuenta que en los comienzos del movimiento obrero la producción de servicios tendía a cero, y hasta era mas generalizada la situación de la temprana edad para comenzar a trabajar asalariadamente, es comprensible que se haya buscado en el obrero no al productor y manipulador de herramientas y máquinas supuestamente liberadoras, sino al proletario, ya que podían ser casi sinónimos, debido también al antagonismo de clase más claro y visible. Hoy esa búsqueda es errada, el obrerismo es obsoleto porque la producción capitalista la ha superado.

    Basta observar el hecho de que incluso la reproducción de la cultura es prácticamente compartida, ya que en la actualidad explotadores y explotados ven el mismo programa de televisión y desean los mismo artículos de lujo: en el pasado esa pseudo-homogeinización hubiera sido imposible. De todas formas también es peligroso que la perspectiva de clase, cuando no cede al populismo, ceda al obrerismo, aún en nuestros tiempos. Comprendemosque la ideología del obrerismo es ya obsoleta, pero también comprendemos que la posición de los trabajadores sigue siendo fundamental para cualquier intento de revolución.



    Es indudable que hay sectores estratégicos del proletariado que, dada su capacidad de paralizar los centros decisivos de la acumulación del capital (gran industria, minería, transportes, comunicaciones), podrían tener un papel realmente decisivo en una revuelta, pero no siempre estos son los más decididos o los que más aseguran la generalización de las mismas. En cambio otros sectores, como por ejemplo los desocupados en general, o en particular el proletariado joven que no ha encontrado -o que sabe que no encontrará- comprador para su fuerza de trabajo, pueden jugar un papel decisivo en el salto de calidad del movimiento Compartimos entonces un texto bastante ejemplificativo realizado por el grupo Wildcat y traducido por los responsables del sitio Iniciativa de agitación comunista (1)

    “El obrerismo es una forma de ideología capitalista, endémica entre los autodefinidos revolucionarios. Es una ideología que fomenta la aceptación de la relación labor-sueldo entre individuos que se han dado cuenta de la explotación que ésta conlleva. Es, por lo tanto, una de las más elevadas formas de alienación. La veneración por el obrero se encuentra en varias ideologías estatistas, como el estalinismo y el nazismo. Los trabajadores son honrados por su rol de constructores de la nación, el estado y el capital. El obrerismo venera el trabajo manual, el “trabajo con martillos”. Su visión del proletariado es el “hombre musculoso”. Mediante el rechazo del trabajo comercial y de oficinas, rechaza a una gran parte de trabajadoras asalariadas, revelándose a si mismo también como sexista.

    El obrerismo ha estado presente en el movimiento obrero desde el principio. Las primeras sociedades obreras, de inspiración cristiana, veneraban la honradez y el trabajo. Este moralismo linda con el obrerismo, el bastión remanente de la ideología cristiana en el movimiento obrero.

    [...] El obrerismo lidia con el fracaso histórico de su teoría no mediante la corrección de su teoría sino mediante la falsificación histórica, en cada caso el rol jugado por los no-obreros es denegado o minimizado. La teoría revolucionaria en cambio analiza los eventos reales para luego entender los momentos de debilidad en el capitalismo. Los obreros productivos, según los obreristas, mantienen una posición crucial debido a que puede, dejando de trabajar, destruir al capitalismo. En realidad la importancia de éstos está sobrevaluada, debido a que la producción es solo una parte del ciclo acumulativo del valor. Los trabajadores de las ramas de la comunicación y distribución son también una fuerza poderosa. Una huelga de trabajadores bancarios puede tener un mayor efecto para el capital que una de obreros automotrices. A su vez, una ola de disturbios urbanos puede tener más efecto que ambas juntas. La búsqueda de facciones cruciales dentro del proletariado, cuya lucha se vea privilegiada, revela la perspectiva jerárquica que mantiene el obrerista. Surge de la visión de que el comunismo es un programa ya encuadrado que sólo necesita de tropas para ser llevado a cabo. Esto refleja la resaca del antiguo socialismo de la 2da y 3ra internacional en sus facetas socialdemócratas, leninistas o sindicalistas. Esta teoría ve a la lucha de clases como una guerra (burguesa) con soldados y generales. El revolucionario profesional determina el programa y los obreros lo ponen en práctica. El obrerismo y el intelectualismo son opuestos pero no se contraponen, se complementan el uno al otro, el pensamiento y la acción están separados, los trabajadores deben poner las ideas de los teóricos en práctica. Los obreristas a menudo tienen su propia crítica de los intelectuales y no para el mismo obrerista. El sujeto revolucionario no son los trabajadores productivos, ni siquiera los obreros: es el proletariado, aquellos sin poder social o capital económico, que no tienen nada excepto sus cadenas para perder. Además, los estratos no-proletarios pueden jugar un rol totalmente activo en un contexto revolucionario si el proletariado mismo está en actividad. La meta del movimiento comunista, entonces, no es la de lograr el Estado de los trabajadores: es la abolición de todas las clases sociales para lograr la comunidad humana, creada mediante la lucha anticapitalista.”


    (1) www.ing-soc.blogspot.com

    Extraido de: www.hommodolars.org

    Más info: Cuadernos de negación

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