Según la breve noticia publicada desde diversos medios contra-informativos, el veterano anarquista de origen siciliano Alfredo María Bonanno ha sido arrestado en Grecia bajo la acusación de haber participado en un atraco. La noticia, inicialmente difundida por una cadena de televisión griega, afirma la detención de otra persona de nacionalidad griega. Alfredo, de 73 años de edad y responsable de las Edizioni Anarchismo, habría podio confirmar telefonicamente a su compañera su estado de arresto. Publicamos a continuación la introducción aún inédita a las sucesivas ediciones de uno de sus últimos libros traducidos al castellano: No podréis pararnos.
Los compañeros que han publicado la primera edición de No podréis pararnos. La lucha anarquista revolucionaria en Italia me han hecho conocer su deseo de añadir una introducción realizada por mi en las sucesivas ediciones. Comparto esta necesidad porque la elección de los escritos publicados deja sobreentenderse algo en común, la existencia de un proyecto insureccional además de anarquista.
El texto: El proyecto revolucionario, incluido en el presente libro, comprende El trabajo del revolucionario, de 1988, Afinidad y organización informal, de 1985, Organización de síntesis y organización informal, también de 1985, Autonomía del individuo, una parte de mi libro Autogestión y anarquismo, de 1977. En estos escritos afronto el problema del proyecto revolucionario, pero en muchos aspectos no se profundiza, al menos, sobre la base de las consideraciones sobre las que he tenido posibilidad de reflexionar en estos últimos años.
Muchos compañeros han señalado la presencia de este proyecto revolucionario en mis análisis, y como este ha ido adquiriendo un carácter más detallado y un mayor peso especifico, en término de escritos y de acciones, a partir de la lucha en Comiso (Sicilia) contra la base americana en construcción, en el bienio 1982-1983. Sin embargo, el mismo concepto de insureccionalismo, el sueño posible de un anarquismo insureccional en grado de atacar al poder, removiendo no solo el corazón de las personas sino también su cuerpo entero, los mismos conceptos metodológicamente correctos de afinidad, de organización informal, de núcleos de base, de incluidos y excluidos, etc…, no renden cuenta, al menos de manera clara, del proyecto.
¿Qué es la que entiendo por proyecto?
No solamente un cierto carácter cuantitativo, más o menos extenso, más o menos interesante, de análisis, de opúsculos, de libros, de periódicos, y ni tan siquiera, en sentido estricto, una serie de acciones concretas, desde la lucha de Comiso a las luchas hoy en curso contra la construcción de trenes de Alta Velocidad. Mi proyecto habita en mi corazón y se alimenta de mi vida. Quero hacer aquí, aprovechando esta ocasión introductiva, un esfuerzo para decir algo más.
Antes de nada lo que no es, acallando de esta manera las preocupaciones de aquellos que me han a menudo acusado de ser demasiado amante de los detalles organizativos. El proyecto no es un fundamento. Pero, si no es un fundamento, es decir, si no puede ser restringido en un módulo esteriotipado –y la publicidad del poder esta haciendo todo lo necesario por poner a disposición de esbirros y magistrados este módulo- entonces, ¿qué es lo que es?. Pienso que sea una anticipación de algo que podría acaecer después, de una realización que permanece siempre en equilibrio y que nunca se realiza completamente, de algo concreto que respira de frente a mi, y de frente a miles de compañeros, un elemento concreto que se alimenta de hechos, pero que en los mismos hechos no se concluye.
El proyecto, en los tantos flujos que continúa pulsando, comporta una referencia al futuro. Habla de algo para hacer hoy pero proyectado hacia una posible realización futura. En el proyecto, por lo tanto, se incluye una posible condición que se realizará en el futuro, en el cual creo y por el cual estoy dispuesto a luchar. Estoy hablando de una idea, articulada y maravillosa, compleja y de difícil comprensión, estoy hablando de la anarquía. Y a ella me refiero como un valor que para mi está aquí mismo, en mi corazón como anticipación de futuro, del futuro en el cual creo, no como un ejercicio literario. El valor que el proyecto tiene para mi es, sin duda, valor de presente, que dirige mi vida, que hace que ahora mismo tome elecciones y realice acciones, no un simple horizonte temporal hacia el cual me muevo por el simple hecho de vivir y de irme acercando a la muerte.
No existe proyecto sin una fe en el futuro, como tampoco existe futuro sin proyecto. Recuerdo que la palabra clave en la insurrección negra de Los Ángeles de hace una quincena de años era: “No future”, y esto señalaba el límite de aquella revuelta, y en cierta medida, suponía su mismo canto fúnebre.
Si tengo un proyecto puedo romper la rigidez del presente, la malignidad obtusa de ciertas relaciones de fuerza, la burla pasiva del poder que espera solamente un error mío para destruirme; con mi proyecto me sitúo directamente en el futuro, no acepto más la subordinación del presente, por lo tanto, soy difícilmente controlable. El futuro, mi futuro, pero también aquel de la sociedad en su conjunto, no es solamente posible, sino realizable, y esta posibilidad de realización se entrelaza con mi experiencia y la experiencia que el mundo, y la sociedad, acumulan. Tener un proyecto, y actuar por su posible realización, no significa solamente soñar, sino que también significa actuar, es decir, concretar acciones sobre la base de lo que yo soy y sobre la base de lo que la sociedad es, sobre la base histórica que me acompaña y que acompaña a todos. Vivir proyectados en el futuro no significa olvidar la propia historia y la historia en la que la sociedad está inmersa, al contrario, significa conocerla tomando las diversas diferencias, no solo individuales sino incluso continentales, nacionales, regionales, hasta llegar a la comunidad particular, la más pequeña pensable.
Pienso que el proyecto sobre el que he trabajado toda mi vida sea algo que está continuamente por llegar a ser, pero que todavía no es posible identificar en esta o aquella realización individual. Es por esto por lo que permanezco impasible a las críticas que continuamente vienen dirigidas contra los anarquistas, según las cuales todo su quehacer, sus acciones y sus teorías, les dejan siempre con una nada entre las manos. La belleza de la anarquía reside en este mismo carácter inaferrable por parte de la determinación, a cualquier mecanismo dialéctico, más o menos revisado y modificado, a cualquier pretensión de ver en la historia la maestra de la vida.
Pero el proyecto no es, como he dicho, un sueño que puede adoptar las formas más increíbles y absurdas, es un sueño de tipo particular, un sueño con los ojos abiertos. El proyecto, aun cuando se refiera a un posibilidad futura, posee en su interior la necesidad histórica que lo hace vital y operativo que lo sustrae al posible destino de todas las simples veleidades literarias. Si radica en le posibilidad de futuro, pero en su interior, si se nutre de las coordenadas de la historia, es historia, por lo que, responde a determinados principios, no pudiendo hacer otra cosa diversa. Aun cuando su carácter no sea deterministamente pensable, determina, en su materializarse, la realidad que se le sitúa delante. El insureccionalismo surgio, como proyecto, del vago milenarismo que había tenido larga difusión durante tantos años, por lo menos a partir de la Comuna de París. El anarquismo insureccionalista es un proyecto revolucionario que se proyecta en el futuro, pero tiene la propia base en la historia y en el patrimonio de luchas que los explotados de todo el mundo han acumulado. Este patrimonio hace legible la posibilidad de futuro. Si el proyecto insureccional no fuese anarquista terminaría por caer de frente a las trágicas farsas que han sido recitadas por tantas revoluciones autoritarias en todo el mundo, y que continúan recitándose. Solo en el proyecto anarquista de revuelta organizada, emerge una posibilidad positiva de dar cuerpo vivo y activo a la idea de revolución social, sin replegarse sobre proyectos de pequeño cabotaje, en grado, en apariencia, de suministrar prospectivas aparentemente más radicales.
El insureccionalismo anarquista como proyecto, y como acción que nunca se completa de forma definitiva, porque continuamente se dirige hacia el futuro, puede ser y puede también no ser , no tienen ninguna necesidad de ser, como la anarquía no es necesariamente una característica del futuro, no es para nada cierto que el mundo vaya hacia la anarquía, como creían en el Ochocientos los deterministas kropotkinianos.
¿Esta posibilidad de no ser significa el fracaso del posible proyecto insureccionalista?
No. El indeterminismo es una de las características lógicas de la posibilidad, el hecho que un proyecto no se realice, aquí de forma inmediata, o allí después de un periodo, no demuestra la imposibilidad del proyecto mismo. Es más, cuando es el mismo proyecto el que se dice incompleto e incompletable, no hay duda laguna sobre su validez, que no podrá ser jamás destruida por esta o aquella derrota. El hacer revolucionario reside en este continuo carácter incompleto, salvo modificaciones del proyecto que conviertan la revolución en un simple cambio de patrón.
Estas pocas notas deberían servir comprender algo mejor que el proyecto insureccionalista no es ni un conjunto más o menos literariamente coordinado de preceptos y de reglas, ni una simple prospectiva operativa, como se encuentran en los manuales de guerrilla.
Los sueños son a menudo mucho más complejos que la propia realidad.
Trieste (Italia), 6 de enero de 2007
Alfredo M. Bonanno
Traducción: Ediciones Conspiración
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