24 mar 2009

La Ertzaintza actúa por tierra, mar y aire contra el acto de Pasaia

La Ertzaintza actúa por tierra, mar y aire contra el acto de Pasaia.
La Guardia Civil fue quien los mató a tiros hace 25 años, pero ayer no tuvo que mandar a la bahía a ninguno de sus agentes. Fue la Ertzaintza quien se encargó de evitar la fotografía del acto de recuerdo a Pedro Mari Isart, Dionisio Aizpuru, José Mari Izura y Rafael Delas. Y lo hizo por tierra, mar y aire.


PASAIA-. La primera barricada policial estaba a pie de tierra, en el aparcamiento de entrada a Donibane Pasaia. Un autobús desplazado desde la Txantrea -el barrio de Iruñea del que eran naturales José Mari Izura Pelu y Rafael Delas Txapas- se topó allí con varias furgonetas de la Ertzaintza. Los ertzainas dejaron pasar a los primeros viajeros, pero intervinieron cuando comenzaron a descargarse ttuntturros y cencerros. Una docena de miembros del zanpantzar del barrio fueron retenidos e identificados; sus bolsas, registradas minuciosamente. Las dudas sobre el acto convocado al mediodía de ayer quedaban disipadas: pese a que no había trascendido ninguna nota oficial al respecto, iba a ser vetado, como ya ocurrió con una charla celebrada en la Txantrea hace unos días.

La siguiente señal llegó por el aire. Faltaban todavía unos minutos para las 12.00, hora prevista para el inicio de la manifestación hasta las rocas en que se produjo el ametrallamiento, pero el helicóptero de la Ertzaintza ya expandía su zumbido desde el faro hasta Pasai Antxo y desde Pasai Antxo hasta el faro. Los paseantes que iban hacia Donibane dieron la vuelta.

Pero la mayor sorpresa esperaba en la coqueta plaza de Donibane. Una barcaza con las denominaciones "Policía" a un lado y "Ertzaintza" al otro, y con la inscripción "Departamento de Interior del Gobierno Vasco", recorría la bocana. Muy pocos habían visto antes esa embarcación. Así que la Guardia Civil tampoco tuvo que intervenir por mar. Quedaba claro que la Ertzaintza también se iba a encargar de cerrar esa vía, por si acaso alguien hubiera pensado en llevar algún ramo de flores en barca hasta el lugar en que cayeron abatidos los cuatro militantes de los Comandos Autónomos Anticapitalistas.

La ikurriña de Merino

El mando de la Ertzaintza argumentó que el acto había sido prohibido desde Madrid ayer mismo, pero la exhaustiva preparación del dispositivo delataba la premeditación.

A las 12.00, dos decenas de encapuchados con los peloteros en ristre entraron en la plaza, y los turistas se marcharon con gestos mezcla de miedo y de fastidio. Algunos familiares se acercaron a la Ertzaintza tratando de hacerles ver que sólo querían recordar a sus muertos. Con ellos iban también los dos únicos supervivientes de la matanza: Rosa Jimeno y Joseba Merino, que no soltó en ningún momento una ikurriña con crespón negro.

Intentar negociar con la Ertzaintza se reveló pronto como algo totalmente inútil. El mando impuso una condición imposible: sólo dejarían que cinco familiares se acercaran hasta las rocas con sus ramos de flores si el resto de la gente se retiraba de la plaza. Dicho de otro modo, intentar llegar hasta el lugar podía convertirse en la excusa para que cargaran. Y quien conozca la plaza de Donibane Pasaia ya sabe que no hay muchas opciones de escapar de los golpes. En esta ocasión, ni siquiera arrojándose al mar, donde el barco-fantasma (nadie asomaba a bordo) patrullaba sin parar.

Para entonces, además, la Ertzaintza ya había identificado a un buen número de personas, sobre todo a las desplazadas desde Iruñea, por lo que el chantaje quedaba completo.

La zona en la que la Guardia Civil cerró el paso aquella noche del 18 de marzo de 1984 volvía a quedar vetada, ahora por la Ertzaintza, al mediodía de un 22 de marzo de 2009, 25 años después. Sobre la sangre entonces derramada siguen pintadas las siluetas de los caídos, que hoy amanecerán con ramos de flores, como ha ocurrido cada año. Y en la historia de Euskal Herria continúa pendiente la verdad y la justicia de aquellos hechos, una evidencia imposible de ocultar, aunque sea movilizándose por tierra, mar y aire.



El 22 de marzo de 1984 morían acribillados a tiros cuatro miembros pertenecientes a los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA). Los cuerpos policiales del estado español les tendieron una emboscada con el claro objetivo de acabar con sus vidas. Sólo sobrevivieron dos personas: Rosa, que fue utilizada como cebo, y Joseba, el quinto tripulante de la lancha que salió de las proximidades de San Juan de Luz (Iparralde) hacia Bahía de Pasaia.

Sus testimonios son de vital importancia para esclarecer lo sucedido aquella tarde: por qué se llevó a cabo dicha matanza y las consecuencias sociales y políticas que se derivaron, recogidas fielmente en este libro. Unos sucesos que se sitúan en la sangrienta historia de la transacción de poderes que supuso el paso de la dictadura franquista a la reciente democracia burguesa monárquica, donde el PSOE, a partir de 1983, impuso la ley del terror tras el diseñado plan ZEN (Zona Especial Norte), creando el grupo paramilitar denominado GAL y dando vía libre a la impunidad con la cual actuaban los diferentes cuerpos represivos del Estado. Esta desmesurada acción policial significó, en definitiva, la desaparición de los CAA y el fin de una época que se había caracterizado por el protagonismo obrero basado en la práctica de la autonomía de clase anticapitalista.

La coordinadora de grupos armados en Euskadi (después denominados Comandos Autónomos) había surgido a finales de 1977 fruto de las luchas obreras y sociales planteadas desde la autoorganización asamblearia horizontal en fábricas y en los núcleos urbanos. Con la intención de apoyar los diferentes conflictos planteados desde la base social, actuaban cuando estos quedaban bloqueados por la patronal y las administraciones. Sus planteamientos libertarios y consejistas, desarrollados en lo que denominaban la autonomía de clase, no sentaron bien a los grupúsculos partidistas ansiosos de poder. Su crítica a la vanguardia dirigista y su lucha anticapitalistas les puso en el punto de mira tanto de las organizaciones abertzales de la denominada izquierda radical como del Estado. Su larga actividad armada (1977-1985) no estuvo nunca definida desde un organigrama político, sino que su propia práctica ligada al conflicto social dibujó su línea de interpretación, con sus aciertos y sus errores.


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