24 mar 2009

Represión política y mediática: Nuevo intento de desmovilización de la juventud organizada


A la hora de hablar de criminalización mediática y represión política es importante distinguir medios que ejecutan la represión (jueces, policía, nazis, medios de comunicación) de quienes están detrás, quienes ordenan trabajar a esos instrumentos represivos. Detrás del nazi que apalea, de la policía que detiene y tortura, del juez que instruye y condena, de los medios que criminalizan... hay responsables políticos.

Esto se concreta en por qué se permiten unas manifestaciones ilegales y no otras, o, al contrario, por qué algunas aun siendo legales o cumpliendo los plazos son reprimidas o ilegalizadas. Ejemplo de ello son también los juicios políticos o el que los medios de comunicación respondan y sirvan a intereses políticos y económicos, dando distintos tratamientos a las noticias según convenga en cada momento.

Es decir, hay una voluntad política que convierte la represión en un asunto de Estado. Y sin duda en el caso del Estado español es fundamental señalar las graves deficiencias democráticas estructurales, muy en relación con el continuismo que supuso la Transición y que se verán agudizados por la crisis: explotación, papel de la Iglesia, fascistización de la sociedad, fomento del españolismo…

Nueva etapa represiva contra el movimiento antifascista madrileño

En el último año se han sucedido las prohibiciones de manifestaciones, las agresiones policiales y una intensa campaña de criminalización mediática contra todo el movimiento antifascista. Sin embargo, hay que subrayar que la represión política y mediática es una constante en la historia del movimiento antifascista madrileño. Desde principios de los años 90 se sucedían los enfrentamientos con grupos neonazis en torno al 20N y en noviembre de 2000 la Policía antidisturbios reprimió salvajemente, desde ambos lados de la manifestación y de manera inesperada, a lxs antifascistas en la Plaza de Jacinto Benavente. Empezaba la era del ultraderechista Ansuátegui, delegado de gobierno por el Partido Popular, que dedicó toda esa legislatura a arrinconar al antifascismo madrileño, atacando las manifestaciones y debilitando a los grupos organizados. Pero Ansuátegui se fue y el movimiento se mantuvo en pie.

Se abría así un proceso de crecimiento de la lucha y fortalecimiento organizativo, a pesar de que en fechas cercanas al mes de noviembre se repetía el mismo patrón: ataques de la ultraderecha (nazis, AVT, etc.), criminalización mediática y presión política e institucional.

Coincidiendo con la muerte del compañero antifascista Carlos Palomino y ante la intensa respuesta social articulada desde entonces, podemos ver que de una manera constante el poder está buscando criminalizar, dividir y aislar a los movimientos sociales madrileños. Esta campaña represiva tiene dos frentes:

* Político: prohibiciones de manifestaciones y amenazas de ilegalización. Anexo 1.

* Mediático: manipulación en los medios de comunicación y división entre “demócratas” y “violentos”. Anexo 2.

Como actualmente no les conviene ilegalizar masivamente a los movimientos sociales, lo que están haciendo es ilegalizar actos o manifestaciones, fundamentalmente de colectivos antifascistas y antirracistas. Así mismo, cada vez que en los medios de comunicación ha salido una noticia acerca del movimiento antifascista o sobre la Coordinadora Antifascista, el carácter de esta noticia siempre ha sido de criminalización, justificando así estas ilegalizaciones y tratando de normalizarlas de cara al resto de la sociedad.

Con la criminalización lo que consigue el poder, entre otras cosas, es crear alarma social para así justificar la represión del Estado. También consigue crear, de cara al público menos consciente o más desinformado, una división entre antifascistas “buenos” y antifascistas “malos”; entre “demócratas” y “violentos”. Lo hemos podido ver en multitud de debates y tertulias televisivas como por ejemplo en el programa “Diario de... los extremos se tocan” en el que la misma presentadora, Mercedes Milá, se autoproclamaba antifascista. También en el movimiento de okupación, con la actitud de los periodistas de El Mundo que se infiltran en el CSO La Traba y los términos que usan en las noticias de este centro y los términos que utilizan cuando hablan del movimiento “Rompamos el silencio” o del Patio Maravillas.

Nos encontramos ante un nuevo intento de asfixiar al movimiento antifascista madrileño, con la diferencia de que en esta coyuntura de crisis económica el Estado está especialmente preocupado por desmovilizar a la clase obrera y a la juventud organizada.


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