15 oct 2009

La interrupción voluntaria del embarazo es también lucha de clases

El próximo 17 de octubre el pueblo madrileño será testigo de una gran campaña orquestada por los sectores más cavernícolas de la iglesia católica y los partidos conservadores de derechas, en contra de la ley que regula la interrupción voluntaria del embarazo, con la que por primera vez en la legislación española se reconoce el derecho de la mujer a decidir sobre su salud sexual y reproductiva, quitando el aborto del código penal durante 14 semanas.

Escondida tras el argumento de la defensa de los derechos del feto, la derecha saldrá a la calle en contra de este derecho de las mujeres. Un derecho que pone la vida de la madre por encima del derecho del feto... derecho a decidir sobre nuestra sexualidad, sobre nuestra posible maternidad, derecho de autonomía corporal, que se reconozca nuestra agencia moral, protección de la igualdad entre hombres y mujeres(1).

Esta gran campaña reaccionaria en marcha está utilizando todo su fuerza económica y mediática en la lucha por los derechos del ser virtual que es el no-nacido y la defensa de una idea de vida también virtual, que les permite separar la vida de las personas, de las circunstancias en que se desarrolla(2). Estas circunstancias no son otras que las que nos ofrece “el estilo de vida occidental y cristiano”, más conocido como sistema capitalista, con el resultado de que 10 millones de niños mueren antes de cumplir 5 años, más de las dos terceras partes recién nacidos.(3)

El discurso mentiroso de la defensa de la vida virtual sacará a la calle a miles de mujeres y hombres de buenas intenciones que, sin reflexionar sobre sus propias creencias y sus propios intereses, dan cada cuatro años su voto a los sectores convocantes, responsables políticos y económicos de la privatización de los servicios públicos y las jornadas laborales imposibles con salarios miserables, impidiendo en la práctica el cuidado de esos niños que tanto dicen defender.

Estas organizaciones, andrócentricas y sexistas, tienen a la cabeza muchos hombres y algunas mujeres de ideología capitalista y patriarcal, se arrogan el derecho de decidir por las mujeres, sobre todo las más pobres, que son las que no disponen de sanidad privada, y, hasta hace muy poco en este país, abortaban en mesas de carnicero.

La solución de la adopción, de la que hablan much@s con total irresponsabilidad, se expresa en un teléfono de la Comunidad de Madrid para recoger hijos abandonados que, junto con el teléfono de recogida de trastos viejos, fomenta que las mujeres más vulnerables, ignorantes de sus derechos, pasen por los 9 meses de embarazo sabiendo que nunca podrán cuidar de ese hijo, arrastrando de por vida sentimientos de culpa y arrepentimiento, buscando y muchas veces reclamando ese niño a los padres adoptivos en una lucha que tienen perdida de antemano.

Esta opción se contrapone con la de la interrupción del embarazo, que es un derecho al que deberían poder acceder todas las mujeres del mundo. El embarazo no deseado es un "marrón", mientras que el aborto en un centro de salud con todas las garantías representa un enorme alivio. Es cierto que lo ideal es no quedarse embarazada pero ante el hecho, la interrupción a las pocas semanas, como sucede en el 97% de los casos, es sin lugar a dudas la alternativa más justa y que menos repercusiones tiene.

Lamentablemente el movimiento feminista carece de herramientas para hacer frente a la agresión a nuestros derechos, que se expresará el 17 de octubre en las calles de Madrid.

Mientras la mayor parte del activismo se concentre en las instituciones o la universidad, no hay posibilidad de hacer llegar a la mujer de la calle las herramientas teóricas y prácticas acumuladas en los últimos 40 años de lucha del movimiento feminista. Las cosas seguirán así hasta que tomemos conciencia de la necesidad de organizarnos en colectivos feministas anticapitalistas sólidos, y las jóvenes de izquierdas dejen de depender de los tiempos y prioridades de sus compañeros para, de una buena vez, enfrentar los mandatos patriarcales internalizados por la sociedad en su conjunto.

Notas.

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