26 oct 2010

[Textos] Reflexiones de Félix Rodrigo Mora acerca del 29S

Presentamos aquí un par de textos aparecidos en Alasbarricadas.org que profundizan en la crítica al ciudadanismo de la izquierda en la Huelga General, y el papel que esta cumplió.

Meditaciones sobre la Huelga General del 29S

Pasada la explosión de ilusiones fáciles y cómodas, específicamente posmodernas en su frivolidad e insustancialidad, que ha suscitado el evento, ahora ha llegado el momento de la reflexión, tarea mucho menos grata y sencilla, sobre todo para quienes llevan años aquejados de la letal enfermedad del activismo sin contenidos ni estrategia, cosmovisión específicamente izquierdista y socialdemócrata.

En primer lugar hay que decir que la huelga no fue, ni mucho menos, general, pero que, sobre todo, no fue revolucionaria. Más bien al contrario. Convocada por los sindicatos amarillos, hechura del Estado y de la burguesía, fue en primer lugar, por sus objetivos reales, un tipo peculiar de cierre patronal. En efecto la clase empresarial, así como el ente estatal y el partido en el gobierno, necesitaban, ante la pertinacia y gravedad de la crisis, realizar un lavado de cara de sus instrumentos para el control y manejo de las clases trabajadoras, a fin de dotar a éstos de una legitimidad que estaban en trance de perder.

Por tanto, la convocatoria de la así llamada Huelga General servía perfectamente a los fines políticos estratégicos y tácticos (en éstos destaca la regeneración del PSOE, vía UGT y ala izquierda de la socialdemocracia, tras 6 años de desgaste en el gobierno) del sistema de dominación en su totalidad, y contaba con la mano de obra de siempre, el obrerismo trasnochado y el izquierdismo posibilista y verborreico.

La cuestión, ciertamente, no está en apoyar o no la convocatoria, como suponen los “prácticos” de siempre, sino en los contenidos, en el enfoque, en el programa, con que ello podía hacerse, o no hacerse. Tales sujetos, en realidad, como ya hicieron en 2004, están ligados a la cosmovisión y la política socialdemócrata de manera irremediable, se pongan las etiquetas que se pongan. Por tanto, en cuanto hay una situación algo difícil para la clase empresarial y el Estado, ahí están para echar una mano, para contribuir a que la acumulación de capital continúe sin problemas a través de la retórica izquierdista, de la apología de “las luchas” y “las movilizaciones” promovidas desde arriba. Ahora hastían a todos narrando las batallitas del 29-S, sin hacerse la pregunta esencial, ¿a quién ha beneficiado la HG?

Tampoco puede aceptarse que un radicalismo de tres al cuarto sostenga que lo que diferencia al espíritu reformista del revolucionario sea mantener algunas ínfimas escaramuzas con las fuerzas represivas, y no los contenidos, los programas, la cosmovisión básica, las metas.

Muchos no logran comprender que desde el final del franquismo el capitalismo español ha hecho de la izquierda y el progresismo su fuerza política preferida, de manera que aquél y éste, no la derecha, no el PP, son los herederos principales, de la manera más rigurosa, del franquismo.

Para mantener legitimados, por tanto operativos, a sus aparatos para la dominación política y social en primera instancia, la patronal convoca periódicamente cierres patronales a los que denomina huelgas generales: la del 29-S fue la séptima del periodo de dictadura parlamentaria y partitocrática.Es curioso que muchos vivan la realidad actual con la ideología de hace un siglo, o más, como si la noción de Huelga General, con mayúsculas, fuera inmune al paso del tiempo y al cambio en las condiciones sociales, sin querer entrar en lo esencial: que una HG o es revolucionaria o es una parodia. Es el contenido que se la otorgue, el programa, lo que la hace revolucionaria o reaccionaria, no ella en sí, no la retórica expelida, no las formas de acción o lucha utilizadas.

Para salvarnos de la impostura y el teatro (quizá sería mejor hablar de circo) en que se ha convertido hoy la lucha de clases por causa de la falta de espíritu revolucionario de quienes se llaman “revolucionarios” hay que realizar una ruptura con la socialdemocracia, en lo ideológico, lo programático, lo político, lo emocional y lo vivencial, hay que situar en el centro a la noción de revolución, como realización integral de la libertad, el autogobierno, la convivencialidad, el colectivismo y la autogestión, en una sociedad nueva en lo más sustantivo, sin ente estatal ni clase empresarial.

Pero la pseudo-HG del 29-S fue, en los contenidos, una penosa reivindicación de los tres grandes males que ahora nos aniquilan como seres humanos, la sociedad de consumo, el aparato tecnológico y el Estado de bienestar.

Todo ello se hace en nombre de “las luchas” y exhortando a “las masas” a movilizarse por vivir “mejor” aquí y ahora, para consumir, contaminar y despilfarrar más, para ser triturados todavía más por las dádivas envenenadas del Estado de bienestar, para perder la condición de seres humanos, para hacerse ya definitivamente pura barbarie y subhumanidad ultra-sometida.

Quienes creen que las reivindicaciones económicas son el primer paso hacia una toma de conciencia proletaria tiene en su contra la experiencia: se lleva haciendo desde hace más de siglo y medio con resultados desastrosos. Tal estrategia no sólo no atrae a “las masas” al ideario revolucionario sino que transforma a sus apologetas en agentes del capital y del Estado, en reaccionarios de nuevo tipo, generación tras generación.

Nada se puede hacer, por ende, para eliminar el fanatismo logrero, tripero, gozador, fiestero, estatolátrico, frívolo, insociable, amoral, despilfarrador, descerebrado y posibilista de las mentes de la gran mayoría de lo que aún sobrevive del izquierdismo institucional y el anarquismo de Estado [1], atados por mil lazos al PSOE. Es inútil recordarle la frase de Soledad Gustavo, “las revoluciones no son hijas del estómago, son hijas del pensamiento" [2] que expresa una sabiduría ciclópea y magnífica, imprescindible. En realidad, con esa gente todo es inútil, pues repudian la revolución, veneran el orden establecido y no ven más allá de lo que es posible alcanzar ahora, ya, aquí.

Siguiendo la reflexión de Soledad Gustavo, una mujer magnífica porque se mantuvo ajena a las perversiones y atrocidades del feminismo de Estado y el feminismo burgués, debemos replantear nuestra acción política y compromiso social justamente en la dirección que ella marca: desarrollar el pensamiento para hacer posible la revolución [3] dejando en un modesto y secundario lugar las exigencias del estómago.

Por tanto, como práctica posterior a la tristísima HG del 29-S está el desarrollo del pensamiento, de la conciencia, en lucha contra la cosmovisión socialdemócrata, economicista y fruidora. Se trata de, superando el activismo, que hace de cada acontecimiento un remedo de campaña electoral, y considerando de una manera revolucionaria, a partir de la verdad, los principales problemas de nuestro tiempo, ofrecer una alternativa a ellos que esté netamente diferenciada de la institucional, izquierdista y progresista.

Para llevar un mundo nuevo en nuestros corazones lo primero y principal que tenemos que hacer, en buena lógica, es derrocar dentro de nosotros mismos el ideario y programa socialdemócratas, con el fin de auto-construirnos como sujetos aptos para la acción revolucionaria. ¿Nos atreveremos a hacerlo?, ¿nos decidiremos a romper con el narcisismo y egocentrismo de la posmodernidad para reconocernos responsables, y culpables?, ¿nos golpearemos la cabeza contra un muro, metafóricamente hablando, hasta conseguir auto-cambiarnos, hacernos seres humanos renovados?

Luego, tras esa necesaria conversión interior, después de romper con el activismo y la cosmovisión reformadora, estaremos en condiciones de realizar el esfuerzo exterior que permitirá, quizá, que la próxima HG sea no sólo general sino, sobre todo, revolucionaria.



Félix Rodrigo Mora

1.- Utilizo esta expresión a partir de la lectura de un texto excelente, “El efecto Chomsky o el anarquismo de Estado”, en “Trébol negro” nº 1, CNT-AIT Almería. Pero, con todo, la reflexión comunicativa sobre el anarquismo de Estado ha de continuar, sobre todo en torno a la cuestión del Estado de bienestar.

2.- Este asunto lo desarrollo con cierta extensión en el libro “Seis estudios”, editorial Brulot, de inminente publicación, en particular en el capítulo “La función de la conciencia en la revolución”.

3.- En la Introducción al libro “Antología de textos de Los Amigos de Ludd”, mis antiguos compañeros me censuran por aferrarme a la idea de revolución, que ellos consideran inapropiada. Desde luego, me declaro culpable de tal imputación, si. Pero, o estamos por la revolución o estamos por el poder constituido, no hay una tercera posibilidad, no hay término medio. Por tanto, la pregunta a mis queridos ex-colegas es, ¿dónde se sitúan ellos?

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INTERVENCIÓN EN EL DEBATE SOBRE LA HG DEL 29-S
Félix Rodrigo Mora

Antes que nada agradezco a quienes han participado en la controversia suscitada por mi posicionamiento ante la HG su sinceridad y cordialidad, además de su preocupación desinteresada por esclarecer un asunto de importancia, sobre el cual aún nadie (yo tampoco) ha alcanzado conclusiones fiables y suficientes.

Tras considerar con atención todas las aportaciones realizadas, paso a exponer mi criterio, parcial y provisional por el momento.

1. En las condiciones actuales cualquier HG no tiene, y no puede tener, la misma significación que en el pasado. Es imposible que sea como la de 1917, por ejemplo. Eso ya se comprobó en la HG de 1988, que aunque fue general (lo que no se alcanzó el 29-S) careció de importancia. El porqué de ello debe ser motivo de deliberación, considerando los cambios fundamentales que han tenido lugar en los últimos 50 años, que en lo sustancial están por estudiarse.

2. Una HG no puede derribar el capitalismo: para ello hay que acudir a la revolución, que es un acto político. Pero quienes sobreestiman más allá de toda racionalidad la función de la economía en la vida de las sociedades han mitificado la forma de lucha Huelga General precisamente para arrinconar la única manera de extinguir el capitalismo, al destruir el Estado, la revolución. Es significativo que en el 29-S la idea de revolución haya sido desdeñada e ignorada por casi todos. Con tristeza, constato que tampoco aparece en el debate. La pregunta claves es ¿queremos destruir al sistema o sólo protestar contra él?

3. ¿Puede desembocar una HG en una situación revolucionaria? Quizá, si se dan dos condiciones, a) una crisis política de extraordinaria gravedad, esto es, una crisis del Estado, b) que sectores significativos de las clases populares tengan el alto nivel de conciencia, así como el espíritu de esfuerzo y sacrificio necesarios para en tal coyuntura alzarse insurreccionalmente. La expresión “sectores significativos” no ha de entenderse en el sentido cuantitativo, sino en el cualitativo, pues la noción de “las masas” es una argucia socialdemócrata destinada al manejo politiquero y electoral de las multitudes.

4. Dado que una HG, tal como es concebida por el radicalismo socialdemócrata dominante, se centra en asuntos económicos, y pretende lograr mejoras bajo el capitalismo, conservándolo y perfeccionándolo, su significación revolucionaria es ínfima, o negativa. En efecto, parte de una concepción de la lucha de clases que trata meramente de arrancar mejoras a los patronos y normas protectoras al Estado, en vez de buscar la eliminación de unos y otro. Por tanto, la HG económica o no tiene mucha importancia, en una estrategia revolucionaria, o es una mascarada para contentar al votante medio de la izquierda con una parodia de “lucha”.

5. Hoy domina una concepción de lo que es el capitalismo falta de realismo, que lleva directamente a la apología de lo existente. Se ignora al Estado, nada menos, y se nos exhorta a “luchar” contra el capitalismo pero olvidando al ente estatal, presentado por muchos incluso como “aliado” de las clases populares. Todo eso se ha manifestado en la HG pasada, en la que la apología del Estado de bienestar ha sido la parte más sustancial del programa de los partidos y sindicatos convocantes, con alguna excepción.

6. Ignorar al Estado es ridículo, además de reaccionario. La Constitución actual, de 1978, ordena a la policía y al ejército intervenir cuando el orden vigente esté en peligro, esto es, si la lucha de los trabajadores cuestionase realmente el régimen capitalista. En tal caso amenaza con establecer el estado de excepción (régimen de terror policial) y si éste no basta, el estado de sitio (dictadura militar con anuencia parlamentaria). Por tanto, un cierto “anticapitalismo” que cree que todo consiste en hacer huelgas generales puramente económicas, sosteniendo que éstas son la forma superior de lucha, se engaña a sí mismo y engaña a los trabajadores. Si algo ha demostrado la crisis económica actual, con 4,5 millones de parados, un 20% de la población en la pobreza y una situación de paz social casi perfecta, es que sin conciencia revolucionaria no hay luchas (y si estás se dan carecen de importancia y significación).

7. Lo que está en el centro de todo es, ¿queremos terminar con el capitalismo o meramente vivir “mejor” bajo él? Quienes se inclinan por la segunda respuesta son los más entusiastas de una HG como la del 29-S convocada en primera instancia por los sindicatos del Estado (por tanto, del capital), UGT y CCOO, con fines politiqueros y de lavado de cara, a fin de relanzar al PSOE para las próximas elecciones. Hoy abunda el espíritu conformista disfrazado de anticapitalismo de pega, con fórmulas como “reformismo radical”, “conquistas” paso a paso, defensa del Estado de bienestar y otras muchas, que han creado una atmósfera espiritual lúgubre y desesperanzada, sin épica ni entusiasmo, al estar todo dirigido a los “pequeños logros” que se reducen siempre a lo mismo: movilizarse por dinero, por más dinero, siempre por dinero, y por servicios cuantificables en dinero. Ello sólo puede atraer a los mediocres, conformistas y triperos, mientras nos aísla de los potencialmente más combativos, generosos y reflexivos.

8. La noción de alzase por una nueva sociedad, libre del capital y del Estado, y por unos nuevos seres humanos, cualitativamente superiores y mejores a los actuales (lo cual no es pedir demasiado, dado el abismo de deshumanización, destrucción de la esencia concreta humana y barbarie en que estamos), ha desaparecido casi del todo, como se ha podido comprobar en la mayoría de las convocatorias hechas para el 29-S.

9. Una HG es revolucionaria si desencadena la revolución o bien, si no se dan las condiciones para ello, como sucede hoy, porque contribuye a prepararla, apartando a los trabajadores de la idea de vivir “mejor” bajo el sistema burgués, así como de la noción de que con más dinero y más prestaciones sociales bajo el régimen actual de dictadura estatal-capitalista todo está resuelto. Eso es miserable, además de repugnante, y quienes lo preconizan, especialmente aquellos que usan con tal fin una retórica pseudo-radical, deberían avergonzarse de sí mismos, en vez de reafirmarse en su sempiterno narcisismo, irreflexión, aislamiento de la realidad y autocomplacencia.

10. En una coyuntura como la actual lo que se necesita es claridad de ideas y nítida diferenciación con la socialdemocracia. Todo depende de los contenidos, de las ideas, de la política, de los programas, de la cosmovisión y de los valores. Por tanto, invito a quienes deseen profundizar esta cuestión a que estudien comparativamente los programas del dúo CCOO-UGT y de los pretendidos “radicales”. Hacerlo lleva a una conclusión bien triste: el espíritu revolucionario se ha quedado reducido a su mínima expresión.

11. Esta indiferenciación, o insuficiente diferenciación en otros casos, de la línea y programa socialdemócrata es, al mismo tiempo, liquidacionista. En efecto ¿por qué van a acercarse las personas más conscientes a un movimiento “radical” que, en lo sustantivo, no se distingue de lo que preconizan los sindicatos y partidos gubernamentales? Con ello, se promueve el desinterés por la política, conforme a la idea de que “todos son iguales”. Así, como consecuencia de una estrategia suicida, el “radicalismo” va, paso a paso, menguando y descomponiéndose, de tal manera que en unos años, si no hay una reacción, será una mera nada. Empero, dado que el PSOE está electoralmente en una fase depresiva, pronto le veremos renacer para echar una mano a la izquierda, como hizo en 2004.

12. Las luchas por mejoras económicas, por servicios, ventajas y dinero, no son nunca, y nunca pueden ser, revolucionarias. En algunos casos son justas, y han de recibir respaldo, pero de ellas no pueden salir ni la conciencia revolucionaria ni las personas afectas a la revolución ni una política revolucionaria ni la revolución como gran acontecimiento emancipador en sí mismo. Quienes destinan lo mejor de sus esfuerzos y tiempo a la actividad reivindicativa con la idea de que a partir de ella se generará conciencia, organización y acciones anticapitalistas sin comillas, se equivocan. Sólo conseguirán, como ha demostrado la experiencia de los últimos 150 años, convertirse a sí mismos en lacayos verbalmente radicalizados del capital, por tanto, del Estado.

13. Cuando el 29-S se llamó a “las masas” a la Huelga General, en defensa del Estado de bienestar y de la sociedad de consumo se ocultó que el estilo de vida hoy impuesto, que los “anticapitalistas” reivindican en la calle, incluso llegando al cuerpo a cuerpo con la policía, no puede mantenerse. Se agota el petróleo, el cambio climático acecha, los bosques están desapareciendo, los suelos agrícolas se aproximan al colapso, escasea el agua potable, todo está siendo contaminado y destruido. Vivimos con mucho más de lo que necesitamos, cuando podemos hacerlo con el 10% de lo que consumimos. Pero el radicalismo de opereta en curso olvida eso y sale a la calle con su grito de guerra sempiterno, “más”, “más”, “más”, esto es, más bazofia tóxica y más servicios degradantes y embrutecedores para todos bajo el capital y el Estado, por tanto más devastación y ecocidio.

Necesitamos destruir el capitalismo para consumir menos, para sustituir una vida volcada en lo material, que nos deshumaniza, por otra orientada a los bienes y valores del espíritu, la libertad, la verdad, el bien moral y la virtud, por tanto, sin ente estatal.

14. El anticapitalismo verdadero es desinterés, rechazo del dinero, desdén por las ventajas materiales, entrega magnánima al bien general. Por tanto, las luchas interesadas, monetizadas, por beneficios tangibles, egoístas y corporativistas, lejos de dañar al capitalismo introducen lo medular de éste en el corazón y el cerebro de las clases trabajadoras. Con tales contenidos, éstas han sido progresivamente integradas en el orden constituido.

15. ¿Cuál es mi propuesta? Lo diré: a) romper con la política, ideología y programa socialdemócrata, de manera detallada y minuciosa, en lucha con quienes lo defienden dentro de la pretendida radicalidad, considerando los principales problemas de nuestro tiempo, no las cuestiones salariales y económicas, b) hacer de la categoría de revolución, contra la burguesía y el Estado, la noción organizadora, c) considerar como central el desarrollo de la conciencia, y no las luchas por ventajas y mejoras, que han de quedar como asunto de segundo o tercer orden, d) dar de lado el activismo, que es siempre el vehículo de las ideas socialdemócratas, para constituir por todas partes equipos y grupos de trabajo para rearmarnos con ideas, con argumentos, con formulaciones decisivas, que se refieran a los grandes problemas que preocupan y afectan a millones de seres humanos, exponiendo en todos y cada uno la verdad, a saber, que no hay solución aquí y ahora para ellos, bajo la dictadura del Estado y del capitalismo, e) no pretender ganar a “las masas” ahora, pues eso es imposible, dirigiendo el esfuerzo a constituir núcleos revolucionarios fuertes en lo cualitativo, enfrentando calidad a cantidad, para derrotar el sistema de dominación a partir de la calidad, que es precisamente su talón de Aquiles ya y cada vez más, f) poner las metas inmateriales en el centro: libertad (de conciencia, política y civil), autogobierno, convivencialidad, desinterés, autogestión, vida frugal, eticidad, pluralismo y mutuo apoyo, dejando las reivindicaciones del estómago en el lugar que le corresponden.

16. Con ello la próxima Huelga General será, probablemente, revolucionaria

Fuente: alasbarricadas.org
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2 comentarios:

  1. este hombre llama socialdemocracia a todo lo q no se adapte a su difusa idea de revolución como insurrección.
    programa socialdemocrata es no aceptar la eliminación de derechos?
    Hay q dejar pasivamente q el poder destruya los derechos sociales y laborales mientras refuerza los intrumentos de control, poder y represion, xa centranos asceticamente (reprimiendo "las reivindicaciones del estomago") en transmitir una conciencia revolucionaria insurgente de calidad ??

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  2. Es preferible la CALIDAD antes que la cantidad.

    Eso no quiere decir que deba existir una vanguardia revolucionaria. Debemos tratar de construir desde abajo unas bases firmes para luchar contra el capital, la dominación y el Estado.

    De poco sirven los paseos unitarios con políticos y burocracia sindical ya que son y serán el germen de un mundo enfermo.

    Si no existe gente suficiente, solo debemos asumirlo y trabajar desde esta premisa.

    No hay que dejar que el poder destruya los derechos sociales y laborales, pero debemos luchar contra ello desde una perspectiva crítica y nunca asumiendo la explotación asalariada como un mal menor. Salir de paseo con CCOO o UGT solo nos coloca la soga en el cuello. Sus bases no son capaces de hacer una crítica sincera y radical de la manipulación sindical actual y aspiran a ocupar los tronos que las subvenciones del Estado muestran a su alcance, por lo que creo que no es viable una alianza social.
    Estos sindicatos mantienen a carceleros, policias y políticos de toda índole en sus filas, por no hablar de empresarios y profesionales del sindicalismo. ¿Cómo pactar con los gestores de nuestra miseria, que son los más interesados en que todo continúe así?

    Hablas de cantidad como si un baño de masas fuese absolutamente revolucionario, cuando esta masa es vacía de contenido y vaporosa por la ausencia de conciencia. Partes del supuesto de la sociedad actual sigue albergando una clase obrera del siglo XIX, consciente de su condición y su miseria y que está pronta a golpear el poder y asumir la revolución como única vía para conseguir una sociedad sin clases.

    Observar la huelga general del 29S como un mecanismo revolucionario, dada la escasa confianza mostrada en general por la clase obrera, que miraba con recelo la manipulación que de ella haría el sindicalismo oficial para erigirse como un gestor válido de las protestas sociales, y los objetivos difusos que se contemplaban con una protesta de 24h que no aspiraba a nada más que a generar un espectáculo y una apariencia revolucionaria, ha quedado constatado dada la ausencia de logros más allá de los porrazos en la calle y cientos de fotografías en los diarios.

    Las revueltas sociales que se han dado en Grecia y Francia (sin idolatración) con un trabajo de base abismalmente distanciado del sindicalismo del estado español, han dejado a la altura del betún una movilización que ha vuelto a demostrar que este territorio es tierra quemada.

    Años de venta de los derechos por parte del sindicalismo oficial, el sometimiento y victimismo de la clase obrera, y la asunción del pacto de mínimos dentro del estado del bienestar nos sitúan en el centro de una miseria moral, política y social sometida a los dictados del capital donde impera el pensamiento único y la disidencia es solo un chiste de mal gusto.

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