Oihana Llorente Kazetaria * E.H
Corría octubre de 1936 cuando decenas de voluntarios vascos emprendían en el cordal montañoso de Intxorta un combate que, pese a haberse prolongado durante meses, no entraría a formar parte de la historia. A día de hoy, 73 años después, ni siquiera se conoce cuántos fueron los gudaris que perecieron en aquel fuego cruzado que completó la ocupación de Gipuzkoa por parte del Ejército fascista. Lo más grave es que tampoco nadie se ha preocupado en hacer realidad este censo.
Aquel Ejército lleno de jóvenes voluntarios se ha convertido en un mito de la resistencia contra el fascismo, pero ni el paso de los años ni la supuesta instauración de la democracia han hecho que sus ideales y su lucha contra el totalitarismo hayan perdido actualidad.
El fascismo ha vuelto a resurgir haciendo revivir oscuros episodios que creíamos enterrados. Amenazas contra ediles independentistas o militantes en pro de la memoria histórica, ataques a ayuntamientos e incluso secuestros de ciudadanos vascos han vuelto a asomar mientras que honrar la memoria de militantes antifascistas ha sido proscrito y hay que pedir vez en la Audiencia Nacional española para visitar la tumba de un hermano. Y todo porque, además de antifascistas, eran vascos.
Este domingo, un acto recordará la contienda de Intxorta. Una batalla en la que resistieron durante siete largos meses y que es parte de una guerra que parece estar aún muy viva.
El hecho de que una organización armada en el seno de Europa haya cumplido medio siglo de existencia da la talla del tipo de conflicto político que perdura en este país. Se mire por donde se mire, el hecho de que existan personas que realicen, como diría el titular de Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, «una solicitud de entrada en prisión» no hace más que apremiar la necesidad de una solución dialogada.
Y es que, al igual que este domingo lo harán en Intxorta, fueron muchas las familias que lloraron la pérdida de algún familiar el pasado domingo.
Corría octubre de 1936 cuando decenas de voluntarios vascos emprendían en el cordal montañoso de Intxorta un combate que, pese a haberse prolongado durante meses, no entraría a formar parte de la historia. A día de hoy, 73 años después, ni siquiera se conoce cuántos fueron los gudaris que perecieron en aquel fuego cruzado que completó la ocupación de Gipuzkoa por parte del Ejército fascista. Lo más grave es que tampoco nadie se ha preocupado en hacer realidad este censo.
Aquel Ejército lleno de jóvenes voluntarios se ha convertido en un mito de la resistencia contra el fascismo, pero ni el paso de los años ni la supuesta instauración de la democracia han hecho que sus ideales y su lucha contra el totalitarismo hayan perdido actualidad.
El fascismo ha vuelto a resurgir haciendo revivir oscuros episodios que creíamos enterrados. Amenazas contra ediles independentistas o militantes en pro de la memoria histórica, ataques a ayuntamientos e incluso secuestros de ciudadanos vascos han vuelto a asomar mientras que honrar la memoria de militantes antifascistas ha sido proscrito y hay que pedir vez en la Audiencia Nacional española para visitar la tumba de un hermano. Y todo porque, además de antifascistas, eran vascos.
Este domingo, un acto recordará la contienda de Intxorta. Una batalla en la que resistieron durante siete largos meses y que es parte de una guerra que parece estar aún muy viva.
El hecho de que una organización armada en el seno de Europa haya cumplido medio siglo de existencia da la talla del tipo de conflicto político que perdura en este país. Se mire por donde se mire, el hecho de que existan personas que realicen, como diría el titular de Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, «una solicitud de entrada en prisión» no hace más que apremiar la necesidad de una solución dialogada.
Y es que, al igual que este domingo lo harán en Intxorta, fueron muchas las familias que lloraron la pérdida de algún familiar el pasado domingo.
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