19 oct 2009

El sindicalismo como herramienta de dominación

Publicado en Libertad! Nº 53 de Buenos Aires

¿Es posible o deseable para los anarquistas tratar de horizontalizar y autogestionar los sindicatos actuales en Argentina? Esta pregunta ha sido una de las polémicas más persistentes dentro del movimiento anarquista argentino. Las diferencias de opinión sobre el asunto se basan en cuestiones ideológicas de fondo, ya que mientras algunos opinan que los sindicatos se pueden “recuperar” para el movimiento obrero, otros pensamos que estos sindicatos no tienen nada que ver con el movimiento obrero, y muchísimo menos con los anarquistas. En otras palabras, no solo nunca nos “pertenecieron” a los anarquistas o a los obreros, sino que si ese hubiera sido el caso, serían irrecuperables.

Pero, ¿cuáles son las razones para que pensechmos que los sindicatos se encuentren en la vereda opuesta a la anarquía y sean un instrumento de control y dominación de la clase, en lugar de su herramienta de liberación?

Los sindicatos reproducen el verticalismo y la dinámica política de la sociedad actual, con cargos representativos y electivos, con direcciones políticas que se refugian en una supuesta neutralidad partidaria. El sindicato es una estructura que se toma por elecciones o componendas electorales, cuyas “autoridades” se negocian de la misma forma como se hace en las elecciones para las autoridades del gobierno nacional. Pero muchos anarquistas y revolucionarios piensan que cambiando los estatutos sindicales, o derogando la Ley de Asociaciones Profesionales que mantiene el régimen de sindicato único, los sindicatos podrían ser herramientas de lucha contra el capitalismo.

Esto sería factible en teoría, pero en la realidad actual el sindicato se revela como una estructura de dominación y poder, tanto política como económica (razón por la que la mafia estadounidense pudo anidar tan bien en ellos). Los recursos de los sindicatos son inimaginables para el común de la gente. Veamos de qué viven los sindicatos argentinos, que muchas veces manejan más poder y recursos que las grandes empresas con las que comparten el botín: el bolsillo de los trabajadores.

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