Pues el tema es complejo pero no tan complicado de explicar. Nos ponemos a la tarea de tratar de resumirlo y simplificarlo para que se pueda comprender con facilidad.
Como sabemos, vivimos en un planeta de economía globalizada, en el que se dan grandes desigualdades entre los países del Norte, entre los que se cuenta España, que controlan la economía mundial y concentran la riqueza, y los del Sur (por ejemplo Iraq, que nos viene al pelo como ejemplo) que tienen grandes recursos naturales pero que no son capaces de evitar que los países ricos de una forma u otra se los arrebaten.
Los países ricos ejercen esa dominación económica gracias al papel que juegan las llamadas “empresas transnacionales” (o multinacionales). Éstas se dedican a explotar recursos naturales y mano de obra en países del Sur y hacer que los beneficios, de unas formas u otras que sería más largo explicar, acaben repartidos entre los países del Norte donde tienen sus sedes respectivas. Entre esas empresas se cuentan sobre todo las energéticas, pero también es muy importante el papel que juegan las de otros sectores como alimentación, farmacia o los mismos bancos, que son los que financian toda la jugada y se encargan de transportar los flujos de riqueza ya convertida en dinero contante y sonante para que quede depositada en los países del Norte y sea allí donde circule masivamente dando lugar a las llamadas sociedades de consumo.
Es evidente que en esos países del Norte también hay desigualdades así como exclusión y explotación y la riqueza no se distribuye por igual entre toda su ciudadanía. Pero en términos generales macroeconómicos sí hay un abismo entre los niveles de vida de sus ciudadanos medios y los de los países del Sur.
Naturalmente los países del Sur si pudieran se rebelarían para que eso no pasara. Sin embargo los países del Norte tenemos dos mecanismos para que todo siga igual. Uno es el de comprar y corromper a las élites políticas de esos países (por ejemplo Marruecos que lo tenemos al lado, y en general casi todos los de África) para que gobiernen a favor de nuestras multinacionales y en contra de su propia población. El otro es la superioridad tecnólogica y militar, y ahí es donde juegan su papel las guerras denominadas eufemísticamente “intervenciones humanitarias”, “de mantenimiento de la paz”, “contra el terrorismo” etc. que no son más que nombres bonitos que les ponen a las invasiones militares de países pobres que por una u otra razón se desean controlar. Que esto es así queda en evidencia cuando comprobamos que nunca se invaden países dictatoriales que son buenos aliados occidentales como Kuwait o Arabia Saudí, ni otros que emplean claramente técnicas terroristas como Israel, o que violan sistemáticamente los derechos humanos como Colombia. Las invasiones militares sólo afectan a países pobres cuyos dirigentes no se someten lo suficiente al dictado de las multinacionales del primer mundo (Iraq, Afganistán… Venezuela e Irán si pudieran…). La mayoría de estas guerras se emprenden con el objetivo de hacerse con recursos energéticos, mineros, comerciales… o por controlar centros neurálgicos de comunicaciones diversas a nivel geoestratégico.
EEUU y el Reino Unido son los principales países del Norte que protagonizan estas guerras, del mismo modo que son los estados cuyas empresas multinacionales se reparten la mayor parte del pastel. Como todo el trabajo no lo pueden hacer solos (el mundo aún es demasiado vasto para ellos) buscan aliados o “socios” como sería mejor llamarlos, y ahí entra en juego España. Se haga la lectura que se haga no hay conflicto bélico en el que España esté o haya estado en el que no exista un interés estadounidense detrás: Bosnia, Kosovo, Haití, Iraq, Afganistán, Países Bálticos, Congo y un largo etc.
Vamos al quid de la cuestión: ¿qué gana España? Muy sencillo. EEUU paga a cada uno de sus socios comercial-bélicos de una forma diferente. A unos les da facilidades comerciales para la exportación en diversos mercados, a otros les presta su influencia para incorporarse en diferentes instituciones internacionales (OTAN, UE…), a otros les facilita tecnología y les vende armamento, a otros les colabora en la política exterior que mantienen con sus vecinos (como si fuera el primo de Zumosol), a otros les garantiza conquistas territoriales (véase Marruecos con el Sahara)… y a España en concreto le paga sobre todo permitiendo y favoreciendo la expansión de no pocas multinacionales españolas en su llamado patio trasero que es América Latina. Bancos como el Santander o el BBVA, petroleras como REPSOL, telecomunicaciones como Telefónica y energéticas como Unión Fenosa, entre otras muchas empresas, hacen su agosto en América Latina sin la competencia cerrada de los norteamericanos que sería de esperar en esas latitudes.
Naturalmente de esos expolios de recursos que hacen nuestras empresas en Latinoamérica sobre todo, se nutre el nivel económico y la capacidad de consumo de nuestra sociedad española. Los beneficios de esas grandes multinacionales se convierten en dinero para financiar pequeña y mediana empresa en España (y por ende crear empleo), dinero para financiar la construcción, el turismo, la hostelería… dinero para que los bancos lo presten en forma de hipotecas, dinero pagado al estado que se convierte en más puestos de trabajo (funcionarios) y también en más obra pública (como el famoso Plan E)… Por eso aunque a veces la población –que no termina de darse cuenta , si es que quiere hacerlo, de esta cadena de relaciones- esté en alguna ocasión en contra de la guerra, los políticos (que son poco menos que marionetas de los grandes accionistas y empresarios) saben muy bien lo que tienen que hacer. De hecho incluso el gasto militar, que se financia también con la riqueza que de unas formas u otras genera nuestra economía, podría verse como una forma de inversión para que las cosas sigan como están.
Y un lector de Tortuga nos pregunta lo siguiente:
“...AAAGRADECIDISIMO por la explicacion..muy buena y acaseible. Me hace sacar una pequeña conclusion:si no cumplimos con esa especie de "compromiso" con esos poderosos paises, es decir, si quedaqramos ahislados; bajaria enormemente nuestro nivel adquisitivo (entre otras cosas) y a la larga nos convertiriamos en uno de esos paises del sur...???.. “
A lo que se le responde:
Bueno, no tanto, la economía española tiene cierta capacidad para depredar en el tercer mundo por sí sola, lleva siglos haciéndolo, pero desde luego sí se notaría en mayores tasas de paro y en pérdida clara de poder adquisitivo y de prestaciones públicas. Quienes más perderían serían esas grandes empresas que verían muy disminuídas sus cuotas de extracción y de mercado. Precisamente son estas empresas las que dictan a los gobiernos, sean del PP o del PSOE su política exterior, que si te fijas un poco no varía un ápice por mucho que uno se diga de izquierdas y el otro de centro-derecha.
Conclusión:
Como puede verse el militarismo y la guerra no son más que el rizo de una siniestra espiral de violencia y explotación del hombre por el hombre. Un rizo muy importante eso sí. Con la guerra a lo largo de los siglos hemos creado el desigual reparto de riqueza que impera hoy en el planeta, una desigualdad que causa dolor y muerte por millares cada día en beneficio de una minoría egoísta y sin escrúpulos. Con la violencia y la guerra seguimos apuntalando ese estado de cosas.
Solución para salir de la espiral: Dejemos primero de prepararnos y armarnos para la guerra; detengamos el militarismo. Y en segundo lugar, o mejor a la vez, comencemos a dar los pasos necesarios para una justa distribución de la riqueza planetaria (con respeto máximo al medio ambiente). Poco a poco pero sin pausa. Querer es poder.
Más de un lector o lectora del artículo tendrá en estos momentos una media sonrisa y pensará algo así como “pobres ingenuos utópicos”. Pues sepa que lo ingenuo y lo utópico es pensar que este mundo va a aguantar mucho más tiempo a nivel medioambiental, demográfico, político y social sin que acabe estallando por alguna parte. Esperemos que no sea en mil pedazos.
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