23 abr 2010

[Meliá] 24 – Abril : Manifestación contra el Paro , la Reforma laboral y el recorte de las Pensiones

Desde el inicio “oficial” de la crisis financiera hasta hoy, el discurso producido en los centros de poder y comunicación ha ido cambiando drásticamente. En el azoramiento inicial, no pudieron evitar asumir las culpas derivadas de una perversa y criminal gestión del “mercado” económico y financiero. No tuvieron más remedio. Llegó a hablarse de “refundación del capitalismo”, se inventó una presunta pandemia mundial para distraer al miedo –la fallida gripe A- y se nos permitió al vulgo asombrarnos con los sueldos e indemnizaciones millonarias recibidas por algunos banqueros que estaban en el ojo del huracán.

Eran los momentos en que la gran banca reclamaba –y obtenía- enormes caudales de dinero público a fondo perdido para sanear sus cuentas. Era también un momento en el que no era inimaginable una fuerte reacción popular ante el robo que se había practicado –y se está practicando- ante sus propios ojos. Un impasse en el que “las masas” pudieron haber prendido fuego a los bancos y ministerios, a las agencias de calificación de riesgos o a los organismos oficiales de control financiero. Los dirigentes pensaron, tal vez, que los cientos de miles de personas que iban al paro a causa de la corrupción y el gigantesco fraude cometido, harían cosas en las oficinas de empleo muy distintas a la de guardar cola silenciosamente. O al menos, que pedirían cuentas a sus políticos y gobernantes, o que exigirían de los sindicatos acciones contundentes e higienizantes. Esa ira hubiera estado más que justificada y pocos argumentos se podrían haber dado para contenerla.

Pero nada de esto ha ocurrido. La sociedad se quedó impávida y muda. Y así sigue. Ante este silencio social, cabria preguntarse si existe esa sociedad a la que invocamos en estos casos o somos un mero conjunto de aglomeraciones humanas, que coexistimos y cohabitamos, pero que no vivimos juntos. Ya sólo en los días de elecciones, en los deportes o en las agregaciones dirigidas -como las manifestaciones convocadas por las administraciones- es posible vislumbrar un cierto espíritu colectivo, aunque esté inventado, dirigido o manipulado. Es esa especie de “inteligencia” común, que se necesita para hermanarse con alguien a quien se desconoce y sentirse unidos en una causa común. Pero al parecer, esa fuerza se despierta con energía en torno a un grupo de millonarios que juega a la pelota, pero languidece entre la gente que tiene en común, por ejemplo, menudencias como haber ido al paro, no poder pagar la hipoteca o haber sido deshauciados. Queremos ser “fans” del espectáculo, pero no protagonistas de nuestro destino común. Es mucho más fácil sentir “los colores” de una empresa deportiva que sentirnos juntos con los que son de nuestra propia condición social. La “sociedad” parece renunciar expresamente a participar en su propia vida colectiva y toda su actividad política se convierte en una simulación; los equipos de fútbol suplantan a los partidos políticos; las sesiones del parlamento son como programas “del corazón”, y los casos de corrupción parecen culebrones sudamericanos para la sobremesa;

Así que, vista la raquítica respuesta social ofrecida, aquella primera versión de la crisis ha cambiado radicalmente. El débil mea culpa entonado por el mundo de la ingeniería financiera ha sido sepultado bajo unas cuantas toneladas del mismo discurso neoliberal que venimos soportando hace décadas. Haciendo uso de aquel lema que dice que toda crisis esconde un sinnúmero de oportunidades, han decidido que era el momento de dar otro golpe a los derechos sociales. Ahora la culpa de todo vuelve a ser de nosotros, de los trabajadores, como debe ser. Pero nosotros, los obreros, no decimos nada, porque estamos viendo alguna versión del partido del siglo.

Cuando se habla del futuro con claridad siempre hay alguien que nos llama catastrofistas. Pero a la vuelta de la esquina está la desaparición, en la práctica, de las pensiones públicas. Acabarán con los convenios colectivos y volveremos al pacto individual entre empresario y trabajador. Los salarios van a ser aún más bajos en la mayoría de empleos. El gasto público en educación, sanidad y otros servicios se reducirá aún más y muchos de esos servicios se privatizarán. La presión fiscal sobre los salarios seguirá aumentando mientras seguirá siendo testimonial la que soporta el gran capital. El despido será no sólo libre, como ahora, sino además gratuito. El capital domina el poder económico y político y la casi totalidad de voces que se escuchan están a su favor. Es lógico que ataquen. Pero, ¿cuándo atacamos nosotros?

Trabajador@s:
¡Tenemos derecho a rebelarnos ante este robo!
¡Tenemos derecho a salir a la calle, a hablar, a decir que no vamos a aguantar!
¡Piensa que la única acción inútil es la que no se hace!

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