No hay similitud en la edad, las víctimas se llevan casi 30 años de diferencia; Ni en la condición, una era casada y la otra soltera; Tampoco en el destino de sus supuestos verdugos, uno muerto y el otro encarcelado. Las únicas similitudes son la casualidad de compartir el barrio y revelarse contra ese amor fascista que tenían como condena.
Puede que aunque lo parezca ninguno de los dos asesinatos fuese por ese amor fascista que ha derramado tanta sangre, quizás sean tristes casualidades que han hecho que yo y todos pensemos en esa posibilidad que nos han servido en bandeja y esto no es un juicio, esto es una reflexión:
Nuestros gobernantes modificaron las leyes, aumentaron el numero de policías y destinaron más ayudas estatales para esas víctimas que ellos llaman “víctimas de la violencia machista”, pero estaba claro que el dinero, los jueces y los mercenarios no iban ni van a conseguir que muchas mujeres dejen su vida tratando de librarse de ese amor y es que todas esas medidas a parte de inocuas han traído otra serie de males. Males como hacer una ley sobre protectora para la mujer que muchas de ellas aprovechan en sus procesos de separación. Nos han hecho creer que los policías traen más seguridad, cuando suele ser lo contrario, o que la policía y la cárcel tienen la mágica capacidad de neutralizar a esos asesinos conyugales evitando más víctimas.
Mientras los políticos se apresuran a dar estúpidas soluciones para acabar con las víctimas de ese amor fascista y que esto no les afecte en las próxima elecciones, los que podíamos haber hecho algo, los amigos, la familia, los vecinos, los conocidos… Seguiremos lamentándonos y delegando nuestras responsabilidades, continuaremos pasivos ante el problema o soltando esa mítica soplapollez en público o en privado : “Parecían normales”.
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