RAMÓN FERRANDO VALENCIA
Un interno de Picassent de nacionalidad ecuatoriana lleva dos semanas en huelga de hambre para evitar ser repatriado a su país. El recluso, según explicó ayer su padre, fue condenado a un año de cárcel por herir a un joven en una pelea a la salida de una discoteca en Valencia y aceptó cambiar la pena por la expulsión. A hora no quiere volver a su país porque toda su familia vive en Valencia y la repatriación implica que no puede retornar a España en diez años.
Un portavoz de Instituciones Penitenciarias confirmó ayer que el recluso comenzó la huelga de hambre el 24 de marzo. El interno elevó una instancia a la dirección de la cárcel comunicando que iba a iniciar la protesta "por motivos ajenos al régimen penitenciario". El padre del preso, que tiene 24 años, aseguró que ha perdido más de diez kilos y se mostró preocupado por la salud de su hijo "ya que está dispuesto a llegar hasta el final". Los médicos de la prisión controlan a diario la evolución de su estado de salud.
La familia del joven se mudó a Valencia hace once años desde la ciudad ecuatoriana de Guayaquil. El recluso carecía de antecedentes penales, pero le causó heridas con una botella rota a otro joven y fue condenado penalmente. El padre indicó que "aceptó cambiar la pena de cárcel por la expulsión porque su abogado de oficio no le explicó bien los términos. No era consciente de que iba a ser repatriado y no podría volver. Allí en Ecuador no le queda nadie. Él está dispuesto a cumplir la pena de prisión". Sin embargo, según fuentes jurídicas, explicaron que legalmente es complicado ya que la condena es firme porque él mismo la aceptó en el juicio.
Levante-emv
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