25 oct 2008

La exclusión social y los centros sociales

La exclusión social tomada no sólo como modelo judicial sino vivencial dentro de los movimientos sociales

    LA EXCLUSIÓN SOCIAL Y LOS CENTROS SOCIALES

    "Personalmente, la idea que he querido introducir en la discusión es que el aparato de Estado burgués de justicia cuya forma visible, simbólica, es el tribunal, tenía por función esencial introducir y multiplicar las contradicciones en el seno de las masas, principalmente entre el proletariado y la plebe no proletarizada, y que por esto, las formas de esta justicia y la ideología que le es propia deben convertirse en el blanco de nuestra lucha actual. (…) esta ideología moral, del mismo modo que las formas de justicia instauradas por el aparato burgués, deben ser objeto de la crítica más severa…”

    Foucault, Sobre la justicia Popular en Microfísica del Poder

    LA EXCLUSIÓN SOCIAL Y LOS CENTROS SOCIALES

    Desde hace tiempo me topo con que mucha de la gente que en los centros sociales defiende en lo teórico a los excluidos sociales (presos, psiquiatrizados, marginados…) pero no ha tenido ningún contacto con estas personas que entran dentro del modelo social de lo “anormal”.

De lo que pudiera parecer un hecho casual, se derivan muchas consecuencias prácticas. Al no tratar el problema de una forma directa y que se sustente en lo cotidiano, se manifiestan muchos estereotipos que poco o nada tienen que ver con la realidad de lo marginal. En lo marginal surgen problemas de situaciones límites que exceden a un comportamiento denominado normal dentro de lo políticamente correcto en dichos centros. Sucede entonces que no se sabe ni se aprende a manejar situaciones que sobrepasan este marco ficticio de lo alternativo.

Por ejemplo las charlas sobre las cárceles son un tema habitual en los centros sociales, pero yo me pregunto cuantas personas de los centros sociales serían capaces de tratar con la realidad de las personas que están dentro de la cárcel. Mi pregunta no quiere servir como una crítica a los centros sociales, ni mucho menos, quiere en todo caso pasar por la izquierda y por la reflexión a los pensamientos comúnmente establecidos en su interior. Creo seriamente que falta mucha formación teórica y práctica sobre este aspecto.

Cuando se cuestiona a la cárcel, en general no se cuestiona como hemos sido educados para juzgar, para situarnos por encima del mal y del bien, para juzgar acciones... Aquí está uno de los grandes errores, pensar que la cárcel es sólo un espacio físico. No debemos olvidar que es también una disciplina que se nos inculcó a través de nuestra educación.

Las personas pueden convertirse en peores jueces, que los especialistas en las leyes y en los códigos. Y eso es lo que viene surgiendo en las últimas décadas, al menos en una parte de los movimientos sociales alternativos de Madrid. Personas condenando a otras por simples juicios de valor o por acciones puntuales, que deberían tener su principio y su fin en ellas mismas. Y muy a mi pesar, debo decir que en muchos cetros sociales se reproduce la exclusión por tonterías tales como no tener una estética definida o por tener opiniones distintas de ciertas personas convertidas en líderes del discurso en el centro.

Cuando veo como se suma a personas en el ostracismo, como la gente deja de militar por la mierda que se lanza de ella, yo me planteo que el problema está en no cuestionarse que nuestra forma de relacionarnos está imbuida del discurso oficial de la exclusión, y de la justicia burguesa.

Nos tiramos horas hablando de lo negativo de los otros, pero no vemos que los discursos pueden ser complementarios o al menos servir de aporte cada uno por sus propios canales.

Si nuestro objetivo es arruinar la vida de uno, que se metió conmigo o que la lio el otro día, que haríamos con alguien que hubiera matado o violado, y más aún si ese alguien es preso y le queremos en la calle. A veces cuando la gente no acompaña su discurso de una práctica, los sueños de la razón producen monstruos. Por no hablar de que a través de estas sentencias no hacemos más que perder el tiempo en estupideces que nada tienen que ver con el cambio social.

Por supuesto apoyo la eliminación de las cárceles, pero no sólo teóricamente, sino que creo que debemos deshacernos de esa herencia cristiana de la moral ante todo, del bien y del mal, de la condena (lo que implica un esfuerzo intelectual y práctico grande). Aprender a sobrellevar los problemas desde el presente y desde lo complejo. No erigirnos en jueces o dioses de los actos de los otros o creernos en potestad de arruinar su vida. Si algo hemos aprendido a lo largo de años de militancia es a discernir sobre la importancia que debe otorgarse a nuestros objetivos.

Lo presento este texto como un desánimo, como una pataleta, sino como una herramienta para replantearnos que es lo que debemos cambiar para crecer. No tiene sentido mirar hacia atrás, por eso mi intención es poder generar con ello futuras reflexiones y acciones.

Recuerdo dos cosas:

Primero que si no tenemos esta reflexión en cuenta, la revolución está de antemano perdida.

Y segundo que sólo puede lucharse de una forma contra la exclusión; y es practicando desde la misma exclusión, desde sus tiempos, desde sus necesidades. Lo demás, perdóneme el personal, pero es pura retórica de salón…

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