Internos del centro de inmigrantes queman papeles y colchones para protestar por su situación. El intento de motín fue programado para denunciar que les retienen más días de los que permite la ley
«Ya no aguantamos más. Los policías nos han pegado pero yo estoy bien», comentaba un interno a un familiar.
MADRID- A Davinia le sobresaltó la llamada telefónica de su familiar. «Estoy bien, no te preocupes, qué sabes de lo que ha pasado». Ella, que lleva como una losa los días del encierro de James, no entendía nada. Así, en menos de cinco minutos, el joven le cuenta que ha habido un enfrentamiento en el Centro de Internamiento de Aluche. Una movida buscada y programada, cuya fecha oficial se conoció ayer.
«Hemos quemado colchones, papeles y más cosas. Ya no aguantamos más. Los policías nos han pegado, pero yo estoy bien». Davinia no había visto nada por la tele ni en la radio. Está acostumbrada a que nada de lo que ocurre en el CIE de Aluche salga a la luz. James le aseguró que el motín comenzó en un momento dado a lo largo de la tarde, incluso salió humo por la rejas del centro.
Un dato que sí confirma la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Sin embargo, las fuentes oficiales aseguran que el fuego que iniciaron los internos nada que tuvo que ver con colchones. Los inmigrantes quemaron papel higiénico y plástico sin más. No hubo motín ni intento de motín. Tan sólo un ademán.
Aunque Jefatura quita importancia a lo sucedido, sí que explica que no es normal que los internos quemen cosas en señal de protesta. Se trata pues, de una situación atípica.
Para James y sus compañeros era una actitud importante y acompasada en la que hubo violencia y fuego. Es su forma de protestar por varias cosas. En la que más insiste él es en el tiempo de estancia en el centro. Un lapso que se alarga constantemente y sin ningún sentido.
Davinia lo explica así. «Son muchos, demasiados los que viven allí y no salen tantos como entran. El pasado lunes entraron cincuenta, pero sólo salieron diez. Los más antiguos y van directamente a la calle. No les deportan. Ellos quieren que les deporten, que les suelten, lo que sea, no quieren estar ahí».
Para entender a Davinia hay que comprender el origen de James quien, según cuenta, no es delincuente, sólo está ahí por no tener papeles y el centro es como una cárcel.
Él no ha hecho nada, por qué tiene que estar ahí», se lamenta esta joven desde su casa mientras un grupo de niños juega y grita a sus espaldas.
No es la primera vez que los internos del CIE protagonizan un acto de protesta. Hace poco, realizaron huelgas de hambre, también pactadas y programadas. Sus condiciones en el día a día son peores que en muchos verdaderos centros penitenciarios donde los presos gozan de todo tipo de privilegios.
Poca información
Para la familia del interno, lo peor no sólo es saber que pasa en el CIE de Aluche sus días, sino el momento de la detención y desaparición. El arrestado se esfuma. No sólo eso. Aunque sepan que en un control rutinario se lo han llevado, los familiares no obtienen información alguna de lo sucedido ni de su ubicación.
Ahora eso sí, pueden recibir visitas diarias de 15 minutos para los familiares más valientes y pacientes que quieran hacer grandes colas y esperas de horas. Todo empieza a organizarse a la una de la tarde. Ellos mismos elaboran las listas de diez personas que entran por turno a la una de la tarde. El horario de visitas empieza a las tres. Una vez dentro, con el fin de que no haya contacto físico, las mesas que separan de punta a punta al interno del familiar miden metro y medio.
Según explican, el CIE tiene tres plantas. Una para mujeres y dos para hombres. En cada una de ellas hay alrededor de 76 personas. Los internos se reparten en celdas de ocho personas. Cada planta cuenta con dos únicos retretes para los más de setenta internos y dos cabinas telefónicas para el total de los arrestados.
Les dan un «kit» de higiene al entrar, no a todos, que no es suficiente para su estancia. Por eso, los familiares se las arreglan para surtirles con los productos básicos de higiene que no les llega para su período de arresto.
Se levantan a las siete y media, desayunan a las ocho,comen a las dos y cenan a las ocho. El resto del tiempo lo pasan en el enorme pabellón con televisión y en pandillas. También hay cuartos de aislamiento de 16 metros cuadrados.
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