Llevaba ya cinco días detenido en un "zulo de dos metros por dos". En vez de bocadillos, a Diego P. "le daban agua y pan". Los agentes le decían que era "un violador" y un montón de cosas más. Cuando recibieron la autopsia de la muerte de la niña Aitana, estallaron y fueron a por él. Bajaron, lo esposaron y se lo llevaron arriba. "Le obligaron a sentarse frente al ordenador y le fueron pasando las imágenes de la autopsia de la pequeña que le tenían preparadas. Fotos con la niña muerta y desfigurada. Una, otra, otra más... Le forzaban a ver y le gritaban: "¡Asesino, te vas a pudrir! ¡Mira, mírala, cabrón! ¡Mira lo que has hecho con la niña!'".
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