Las declaraciones o manifestaciones del obispo Cañizares y de un tal Mayor Oreja acerca del aborto y de la pederastia, son abominables. Y más aún teniendo en cuenta que el aborto es un derecho reconocido no ya en la legislación española sino en la mayor parte de los países europeos que aquí se tienen por avanzados…
Afirmar que es más grave el aborto que la pederastia y el abuso sexual de menores, sólo puede obedecer a dos razones: una, que sea pederasta quien hace esas manifestaciones, confeso o inconfeso, y otra, que quien las hace albergue una tendencia hacia la pederastia que incluso puede ser desconocida para él. Sólo eso explica que urbi et orbe alguien pueda no ya comparar un delito y una conducta deleznable -según la costumbre general y la general sensibilidad de la sociedad en que se hace la comparación-, con un derecho reconocido por la ley como es el de abortar, sino sostener clamorosamente que aquel derecho –el aborto- es un delito y este delito propio de depravados –la pederastia- es algo venial que apenas merece atención.
No es extraño en gentes extrañas ya en estos tiempos, como lo son esos orondos obispos, célibes oficialmente pero raras veces castos aunque dediquen una parte de su vida a evitar el escándalo. O ese político que frisa la senectud, profesa el fascismo a escondidas y refleja en sus ojos aniñados justo un afición especial por los menores...
De todos modos ¿qué se puede esperar de profesionales del disimulo, de la mentira, del engaño y de la rapiña? En estos tiempos de las inminentes elecciones europeas, no podían salir a relucir mejores representantes, Cañizares y Mayor Oreja, de esa España sórdida, de esa España retrasada mental, de esa España inventora del cilicio y campeona en la tortura.
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