Presos en huelga
¿Cómo se participa en una huelga cuando se está preso en una carcel? Pues negándose a salir de la celda. Es lo que han hecho, de manera coordinada, miles de presos en Georgia en lo que algunos consideran la mayor protesta carcelaria en la historia de los Estados Unidos. No hay que olvidar que este país detenta el récord de presos por habitante, la cuarta parte de los presos del mundo. A fecha de 1 de enero de 2010, había 1.404.053 personas encerradas en las prisiones estatales estadounidenses (no se incluyen, por tanto, las 208.118 personas reclusas en las prisiones federales, ni los cientos de miles de personas detenidas en las cárceles de los condados). En 2009 la cifra se redujo ligeramente, por primera vez desde 1972, año en que Richard Nixon comenzó una interminable guerra contra las drogas. De hecho, buena parte de los reclusos (principalmente negros e hispanos) han cometido delitos relacionados con el tráfico o posesión de estupefacientes.
Los internos de media docena de establecimientos penitenciarios en el estado de Georgia llevan en huelga desde el jueves 9 de diciembre, y protestan por las penosas condiciones de reclusión, incluyendo el trabajo forzado. Georgia es uno de los estados en los que la población penitenciaria no ha dejado de crecer, mientras sus prisiones están sufriendo un particular ajuste que hace que el gasto medio por preso sea de 49 dólares por día frente a los 79 dólares de la media nacional. El 40 % de los presos lo son por delitos no violentos relacionados con las drogas o la propiedad. En Georgia, uno de cada trece adultos o está en la cárcel, o en libertad condicional o bajo alguna forma de supervisión judicial y sus penas se han ido alargando como consecuencia de las políticas de “tolerancia cero” y contra la reincidencia (three strikes). En un principio los presos habían planeado una jornada única y pacífica de protesta, pero luego han continuado con la acción durante el fin de semana en respuesta a la represión. Por ejemplo, en Augusta seis presos fueron sacados a la fuerza de sus celdas y golpeados brutalmente. Y en Macon los guardias cortaron el agua caliente en unos días en que las temperaturas han caído bajo cero. Las comunicaciones de los presos con el exterior pronto desmintieron las declaraciones del Departamento Correccional de Georgia, que el día 9 aseguraba que no pasaba nada y que no había más que rumores.
No han llegado al extremo de una huelga de hambre, como en el caso de los presos chilenos, pero la coordinación de los reclusos ha sorprendido a las autoridades. Lo más notable es que en esta acción han cooperado individuos, facciones y bandas negras, hispanas y blancas, tras meses de trabajo preparatorio y clandestino, gracias en parte al empleo de teléfonos móviles de contrabando. Juntos rechazan trabajar y tomar parte en las actividades que organizan las prisiones mientras no se tengan en cuenta sus peticiones, recogidas en un interesante comunicado que he traducido. Las demandas sobre salarios, salud, educación y un tratamiento digno constituyen todo un programa político.
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